Travesía 3000 millas Galápagos-Marquesas

 Mayo de 2012


Son las 11 de la mañana del día treinta de abril del año dos mil doce. Estamos en Isabela, la más bella de las Galápagos. Procedemos a  levantar el ancla. Los amigos del Visiteur nos despiden con bocinazos. Ha llegado el momento. Tenemos por delante nada más y nada menos que tres mil millas, la travesía más larga de toda la vuelta al mundo.

 

Jose ha soñado tanto con este momento... Yo lo he temido tanto... Pero ahora no hay vuelta atrás. Mi deseo hubiera sido ir en avión y reencontrarme con el Caps en el otro lado del océano. Pero aquí estoy. Aquí estamos. Toni nos acompaña en este largo viaje. Es una tranquilidad muy grande para mí saber que contamos con una ayuda más. Hasta podré permitirme el lujo de marearme – si toca- y echarme a dormir sin la culpa de que dejo solo al capi.

 

La primera semana la iniciamos con poco viento pero el mar está calmo y marchamos. Hacemos una media de 120 millas diarias. Nos mantenemos entre el paralelo uno y el tres donde es sabido que es zona de vientos más flojos. Las dos primeras jornadas viento a un descuartelar que nos va fantástico para hacer correr el barco. Un poco más tarde llegan los aliseos y tendremos viento de 140º.

 

La segunda semana empezamos a bajar del paralelo tres al siete. Los vientos suben y muchos días pasamos de las 180 millas. La máxima punta que tenemos es de 35 nudos, pero lo constante entre 20 y 30. Ponemos un rizo en la mayor y el barco va estable y cómodo. El  viento sigue del mismo ángulo. Alcanzamos puntas de 12.5 nudos de speed.

 

La tercera semana baja el viento y pasamos a una media de 140 y 150 millas. El mar está más formado e incómodo. No es una ola alta como lo era en el Atlántico, son trenes sucesivos con olas muy seguidas y de distinta dirección que provoca un movimiento brusco del barco al no darle tiempo a recuperar. “Me gusta mucho más la ola del Atlántico...” repite Jose más de una vez. El mar se embrava o se calma rápidamente: baja el viento, se queda tranquilo; sube el viento, se agita. Es inmediata su reacción. El viento se empopa entre los 160 y 180 grados y acomodamos las velas a orejas de burro, a veces; otras, tenemos que variar ambas velas al mismo lado. 

 

 

Si bien instalamos el piloto de viento, no lo usamos finalmente. Varios barcos con los que estábamos en contacto por radio se quejaban de que al piloto le costaba mucho tiempo reaccionar con el oleaje y la navegación se hacía muy incómoda. Como tenemos dos automáticos operativos, alternamos uno y otro en función de la intensidad del viento y las olas, funcionando siempre el nuevo cuando las condiciones eran peores.

 

El motor hizo su función durante cuarenta horas; la mayor parte la primera semana, normalmente a la noche cuando el viento suele caer. Además lo arrancamos otras veinte horas más, para cargar baterías. El consumo total de gasoil ha sido 112 litros. 

 

Los chubascos han aparecido con mayor intensidad en la tercera semana. Sube un poco el viento y traen un poco de agua.

 

En tantos días de navegación el barco suele notar el esfuerzo y las averías llegan. Nosotros podemos estar satisfechos ya que los percances que tuvimos fueron de fuerza menor. Rompimos el cabo del enrollador que sustituimos en cuanto bajó el viento navegando mientras tanto con la trinqueta. La escota del génova sufrió un rozamiento en el puño de amura y hubo que cortar un trozo. La pieza que une la contrarrígida con el mástil dibujó una grieta que habrá que soldar en cuanto lleguemos a Papeete y fue fortalecida con una unión de un cabo como medida provisional. La verdad que son pormenores al lado de lo que vamos escuchando de otros barcos que van llegando. La avería más común suele ser la rotura del piloto automático y varios rompieron no solo uno sino los dos con los que suelen ir equipados muchos veleros.

 

El capi se encargaba de descargar la meteo con los Ugribs a través del pactor y prácticamente todos los días pudimos conectar con la Rueda de los Argentinos en el 14385 a las 23 UTC. Aunque no siempre oíamos al moderador, Alejandro, o el no nos oíamos a nosotros, había siempre algún otro barco que nos ayudaba con el paso de la información.

Aunque habíamos oído que en el Pacífico puede costar más conectarse con winlink a las diferentes estaciones, solo un día no logramos hacerlo. El resto, siempre con éxito solo a las 20:00 hora local y durante los primeros días también a la mañana a las 9 aproximadamente.

Además de las conexiones con la BLU con la Rueda, dos veces al día lo hacíamos con los amigos del Reine Marguerite que salieron dos días más tarde que nosotros. Intercambio de posiciones, estado del viento y  mar, charla general y Marguerite nos informaba de lo que acontecía en otros barcos que también estaban navegando porque ella entraba a varias nets en alemán, inglés, francés... el Mariposa, Lisa Kay, Brío, La luna... son los barcos por los que nosotros preguntábamos por haber conocido antes. Además contactábamos con otros barcos amigos que iban por delante a través de los correos con winlink. Un entretenimiento con el que Jose ocupaba a veces hasta dos horas al día mientras Toni relevaba al piloto en la rueda.

 

La watermaker nos mantuvo bien hidratados durante toda la travesía. Agüita para beber saboreada con Tang, agua para cocinar, rociones de agua dulce para desalarnos de los cubos de agua de mar con los que nos bañábamos... Todo un lujo llevar una potabilizadora a bordo. Claro está que llevábamos suficiente agua dulce embotellada en caso de que hubiera fallado el aparatito, unos 150 litros... Eso sí, al principio los ingenieros tuvieron que idear un método para poder alimentar con agua salada la máquina ya que con la velocidad y la escora no lograba succionar el agua por sí sola: un depósito de 5 galones conectado con una manguera al grifo de agua salada se encargaba de proveer a la machine con el agua que necesita para convertirla en potable. En cuanto lleguemos a la “civilización” habrá que poner una bomba o instalar un scoop en el casco para asegurar la succión del agua del mar de la desalinizadora.

 

La pesca llegó con éxito el segundo día cuando atrapamos dos hermosos atunes de 8 y 10 kilos y nos aseguraron carne fresca por unos cuantos días. El resto, salvo los dos últimos días, no volvimos a tirar la caña ya que con tanto viento y mar hubiera sido difícil recoger las presas. Mayormente casi toda la travesía ha cocinado Toni y algunos días Jose lo relevaba. Podemos presumir de haber llevado una alimentación rica y variada, además de muy curradita, a pesar de la incomodidad de tener que cocinar con tanto movimiento en el interior.

 

El plato fuerte del día, los desayunos. Cada día diferentes, exquisitos y apetitosos. Toni iba alternando con los ingredientes con los que disponía según iban caducando: huevos revueltos con bacon, patatas fritas con huevos rotos y bacon, tortilla de papas, sandwiches de multitud de ingredientes, ensaladas, fruta, frijoles con carne... Lo que sería un lujo en cualquier parte, más aún, en el medio y condiciones en que nosotros nos encontramos. La presentación era siempre tan cuidada que lograba que hasta yo me lo comiera con ganas a pesar de perder el apetito en la navegación.

 

Las comidas siempre también diferentes llegaban a eso de las 3 de la tarde y hasta a veces a las 4. Tras el contundente ágape de las mañanas podíamos esperar. Siempre jugando con el estado de lo fresco y la caducidad de productos en la nevera se iba reinventando. Nos dio mucho jugo una carne envasada al vacío -que llaman Tasajo en Panamá- de ternera, cerdo y pollo para armar las comidas. Los vegetales de Galápagos no dieron un resultado demasiado bueno, enseguida las cosas se empezaban a estropear: los pimientos, tomates, zanahorias, aguacates... Las patatas, cebollas, ajos, repollos verdes y morados duraron hasta el final. Los plátanos maduraron todos de golpe y hubo que comerlos rápido, las manzanas duraron los veinte días, las piñas se pudrieron y hubo que botarlas, la sandía un placer fresquita en horas de sol.... Recurrimos mucho a la fruta en almíbar ya que con el calor apetece mucho este tipo de tentempiés junto con la gelatina.

 

Las cenas las solíamos obviar y a eso de las 19h al haber terminado todas las tareas, contemplábamos la puesta de sol con un happy hour (siempre 2x1, como manda) picoteando cacahuetes, palomitas o lo que viniera. Cómo disfrutaban los chicos este rato...

 

La convivencia durante las tres semanas fue muy bien. Nos acoplamos los tres y supimos respetarnos y amoldarnos. Durante este largo periplo gané el apodo de La Reina. Recibí un trato tan cuidado por parte de los chicos... Una que no es tan marinera tiene sus limitaciones y ellos siempre velaron para que estuviera cómoda y tranquila. Esto de ser Reina no está nada mal, os cuento...

 

Dicen los libros que esta ruta trascurre por áreas donde se han reportado colisiones con ballenas. De hecho un barco francés que conocían unos amigos regresó a Galápagos tras haber recorrido 150 millas por la falta de viento y asustado por haber sufrido un ataque de ballenas que golpeaban bruscamente el barco. 

 

Cada barco toma su táctica para la travesía. Lo lógico habiendo viento es  navegar por la línea de rumbo a Marquesas. Si no hay, navegar hacia el sur hasta encontrarlo. Dice Jimmy Cornell que se debe evitar el área entre 3ºS y 8ºS y 95ºW y 108ºW donde se conocen frecuentes condiciones meteorológicas inestables. Dice el autor de The world Cruising rutes que normalmente el clima mejora a medida que avanza la estación y las travesías de marzo a abril experimentan un clima más inestable que las de mayo a junio. La experiencia con barcos conocidos es que: unos al tener falta de viento en las latitudes superiores bajaron muy rápido al paralelo 8 y hallaron demasiado viento durante toda la travesía; otros se mantuvieron mucho tiempo en los paralelos más cercanos al Ecuador para no tener un exceso de viento y pasaron muchas calmas y demoraron mucho tiempo en cruzar. Nuestra estrategia fue bien. El capi decidió navegar a viento y aunque a veces nos salíamos un poco de rumbo ganábamos millas y después recuperábamos cuando Eolo variaba de dirección.

 

Veinte días de travesía fueron al final. Podrían haber sido fácilmente diecinueve ya que no llegábamos de día por los pelos y tuvimos que ralentizar muy mucho la marcha el último día. La tónica de los dos días anteriores había sido de poco viento pero el último quiso soplar en demasía. Sacamos mayor y navegamos con las dos de proa atangonadas a orejas de burro. Vamos recogiendo cada vez más una y otra hasta que al final nos quedamos a palo seco, sin velas ni motor a veces hasta a 5 nudos. Qué increíble. Hay que parar el barco, así que echamos dos cabos por cada extremo de la popa con mantas y cabos adujados para oponer resistencia. Fue bien. Pudimos hacer 25 millas en 12 horas, aunque a veces era un poco incómodo por los golpes violentos de las olas al no llevar velocidad.

 

Un amanecer lluvioso protagoniza el domingo 20 de mayo. Nos vamos acercando a la isla hasta que estamos a resguardo. Un impresionante muro natural de un verde intenso a nuestro babor. Otro barco a lo lejos espera el despertar del día. A medida que nos aproximamos descubrimos lo alucinante del lugar al que hemos llegado. Las cámaras fotográficas quieren inmortalizar este momento tan emocionante. Indescriptible... Mágico... Fatu Hiva nos recibe cariñosa.  Estamos en la Polinesia.