TONGA

 

Niatoputapu

 

7 de octubre de 2012

La distancia entre Samoa y la más al norte de las islas de Tonga es de 170 millas. Todos salen a la tarde para hacer dos noches fuera ya que es una zona de poco viento. Nosotros apostamos por poder llegar en un solo día y dejamos la marina de Samoa a las 6 de la mañana. A las nueve del día siguiente estamos enfrente de Niuatoputapu, hemos hecho una media de 7 a 8 nudos con una navegación extraordinaria con un viento constante de 80 grados donde el Cap’s danzaba al son de las olas la mar de plácido. Quince millas antes de llegar el viento cae por completo y nos baja la marcha que llevábamos, convirtiéndose las últimas millas en inacabables. Por fin entramos en el estrecho pase al fondeadero. Hay marcas que indican la entrada y después dos balizas de estribor y babor, pero aún así hay que ir despacio porque es estrecho y sin buena luz es imposible hacerlo. Las cartas electrónicas están erradas y nos sitúan encima del arrecife. Como siempre los waypoints que tenemos - del Tonga Compendium en PDF - nos ayudan.

 

Approach: S15°55.247' W173°45.590'

#1 S15°55.507' W173°45.590'

#2 S15°55.656' W173°45.621'

#3 S15°55.771' W173°45.614'

#4 S15°55.833' W173°45.618

 

Permanecemos todo el día en el barco esperando que vengan las autoridades. No está permitido bajar a tierra hasta haber hecho el check in, pero es domingo y sospechamos que nadie va a venir hasta el día siguiente. No supone un gran problema. Hacemos una barbacoa con carne fresca que traemos de Samoa, nos damos unos ricos baños en el agua salada y disfrutamos de la paz del fondeo.

 

Lunes por la mañana recibimos a las autoridades que de manera muy informal y amistosa realizan todos los papeles de entrada. Solo falta ir a tierra a pagar los 100 pangas de salud, 25 de cuarentena y 15 de aduanas; todo viene a ser en total 70 US$. Luego para partir a Vava'u deberá hacerse el check out obteniendo un papel en aduanas.

 

Los holandeses del Tahuara ya estuvieron en Tonga hace tres años y nos acompaña al banco a cambiar dinero. El banco es una pequeña caseta al lado de la escuela con una barra donde el banquero convierte la moneda extranjera a la moneda local, el panga, a través de una calculadora y te apunta en un papelito el cambio. La equivalencia aproximada es 2 TOP (pangas) = 1 US$. Al lado queda inmigración y un poco alejado el humilde hospital donde se paga la cuota de sanidad que afortunadamente se queda para financiación del centro de salud.

 

Pocos barcos paran en Niautoputapu y ningún otro turista llega allí. Las comunicaciones son prácticamente nulas y queda alejado de la capital del reino. Tres pequeños pueblos, para los 900 habitantes de la isla, se extienden a lo largo de la costa. En estas fechas hace tres años  fueron trágicamente castigados por un tsunami. Todavía se encuentran en proceso de reconstrucción y las consecuencias fueron fatales para esta isla que ya tan pobre era y qué se puede esperar tras un azote de la naturaleza de esta magnitud.

 

Hay un par de tiendecitas con algunos productos básicos pero si se llega de Samoa vale la pena venir bien surtido con vegetales y demás para toda las estancia. 

 

Las casas son casi todas prefabricadas, pequeñas y sin habitaciones con colchones en el suelo. Algunas tienen placas solares que proporcionan un poco de energía para la luz a la noche. Pocas posibilidades de trabajo hay en esta perdida isla y la única salida suele ser la emigración temporal del jefe de familia a Nueva Zelanda o Australia para trabajar en la recogida de fruta. Tampoco necesitan demasiado para subsistir: tienen mangos, plátanos y papayas; moniatos, fruto del pan y taro; cerdos por todas partes y pescado. Esta es la dieta básica de todos los tonganos.

 

Las mujeres se agrupan y confeccionan vestidos y alfombras a partir del proceso de una planta para su propio atuendo o para vender a un bajo precio en relación al complejo y lento proceso de elaboración. Tenemos la suerte de poder acudir una tarde a ver cómo realizan los mats aportando 5 pangas por persona para ayudar a las mujeres. Cuando terminan su labor empezamos a jugar con los niños que abiertamente se relacionan con todos nosotros. Esos niños educados, alegres y cariñosos como no los hay en otros mundos más desarrollados. Suelen pedirte un lollie (la palabra neocelandesa para candy = caramelo) pero tengas o no siguen mostrándose lo más adorables. Jugamos a rugby bajo el entusiasmo de los pequeños y también las mujeres cuando Lisa o yo, las más juguetonas, tomamos la pelota y todos gritan y aplauden siguiendo el juego. Una tarde inolvidable.

 

Con Lisa comentamos la idea de organizar algo a los niños al día siguiente, son tan agradecidos y tiene tan poco... Así que en el mismo día nos ponemos a cocinar tartas de chocolate y galletas y a preparar juegos divertidos: voleibol, carreras, globos de agua, música, maquillajes divertidos... Pasamos una tarde hermosa viendo sonreír y divertirse a los pequeños de la isla. Qué día tan maravilloso.

 

Niautoputapu es una isla pequeña donde hay poco y nada pero nosotros pasamos ocho días y no tuvimos un solo minuto para aburrirnos. Es uno de los lugares hasta ahora de los que guardamos un recuerdo más especial.

 

Los encuentros con otros cruceristas son como siempre constantes. Gipsy Blues cogió un mahi mahi (dorado) en el camino y nos invitan a cenar, otro día Jose tuvo fortuna con la pesca al fusil y atrapó un mero precioso que cocinó exquisitamente y compartimos con la familia canadiense. Barbacoa de cordero en Merilelu, domingo = vermout completo en el Caps y no podían faltar los happy hour en el Lisa Kay.

 

A unas cinco millas hay una isla donde está el volcán Tafahi. El barco alemán Elen organiza para los diez barcos que andamos por ahí una excursión al volcán con Nico, un local que cuenta con dos lanchas de la comunidad que nos trasladan a la isla vecina. Pagamos 15 pangas por persona que para nosotros no es nada y para ellos es mucho si sumamos las veinte personas que se apuntaron. El viaje en lancha un poco mojado porque hay oleaje y la subida al volcán –que lleva unas 5 horas contando el descenso- preciosa en una entorno verde y salvaje ya que el camino debe ir haciéndose muchos veces. Somos los primeros este año que subimos, ya digo que aquí no llegan muchos. Nico es una pasada de persona y nos va guiando además de hacernos varias exhibiciones de cómo hacer cestos y subir a la palmera para coger cocos e hidratarnos.

 

Al día siguiente Nico y su mujer Cía preparan un pig roast en su casa, una cena para todos los de los barcos con la comida más típica. Por 25 pangas cada uno (12$) elaboran una mesa llena de comida que han preparado durante todo el día con la ayuda de toda la familia: dos cerdos asados, zumo de mango, pescado envuelto con unas hoja, moniato, pescado crudo, una especie de buñuelos de postre... todo riquísimo. Ah! Y no puede faltar la ceremonia del cava. El cava es una planta que secan y después elaboran una bebida que suelen beber los hombres cuando se reúnen los domingos. Supuestamente no es una bebida alcohólica pero tiene unos efectos bien parecidos al del alcohol.

 

La isla no es muy grande y puede circundarse a pie. Es un bonito paseo entre la cantidad de  árboles de mangos que están por todas partes. Encontramos varios caballos que son muy abundantes en la isla que usan para transportar los productos del campo.

 

Los domingos es un día totalmente diferente en Tonga. Nada está permitido, los niños no ríen ni juegan en las calles, la gente se encierra en las casas y no hay vida en el exterior. La visita a la iglesia es casi obligatoria y todos se ponen sus mejores galas para acudir a una de las tantos centros sagrados que hay por todas partes. Los hombres visten sus mejores faldas, los niños vestidos con lo que en Occidente se usaría en una boda o comunión y las mujeres,  las faldas que confeccionan. Queremos conocer está tradición religiosa que aquí sienten tan profundamente y acudimos temprano a la iglesia para oír sus hermosos cantos y ver cómo es para ellos un domingo sacro.

 

Los corales están bastante muertos ya que el tsunami destrozó gran parte de la vida submarina también. El agua está turbia pero la temperatura está caliente así que dedico un buen rato a nadar diariamente.

 

Esta es una zona de ballenas y con el dinghy se puede ir hasta el pase y con suerte ver alguna ballena saltar y los más atrevidos nadar cerca de ellas. Jose tiene una mañana de suerte y consigue escuchar el canto de las ballenas; asegura que fue una experiencia única, alucinante.

 

Nuestro paso por Niuatoputapu, o New Potatoes, como le llaman los americanos por vagancia a aprender el nombre original, ha sido memorable. Quiero volver otra vez, algún día, repite mi capitán. 

 

 

 

Vava'u group

 

 

1 de noviembre 2012

Navegamos  junto con el Gypsy Blues, el Merilelu y el Tina. El ángulo para desplazarse de Niuatoputapu a Vavau no es el mejor, vamos a tener vientos de cara pero esperamos a tener un ángulo más cómodo de 50 grados. Salimos con casi 30 nudos de viento aparente que bajarán entre 20 y 25 todo el camino. Navegación más que rápida para los 160 millas que hay que ganar hacia el sur. Muchas rociones y nos entra agua por el portillo de proa, no sabemos aún por dónde. Arribamos al grupo de islas de Vavau a las nueve de la mañana.

 

Nos dirigimos directamente al pueblo principal, Neiafu. Los barcos que llegan por primera vez a Tonga deben abarloarse al muelle y esperar allí a las autoridades. Nosotros que ya tenemos la entrada oficial al país nos cogemos a una de las tantas boyas que gestiona Baluga diving y que cuestan 13 TOP por día (unos 6 ó 7 US$). Puede fondearse en algunas áreas pero hay mucha profundidad. No vale la pena.

 

El canal de comunicación es el 26. Todos los días de la semana hay una net a las 8.30h con la meteo e información para los cruceristas. Este canal tiene repetidores en todas las islas y es posible copiarse en todo el archipiélago.

 

En el pueblo hay un par de bancos con cajero automático y muchas tienditas de chinos donde tienen lo que uno puede necesitar sin ser una variedad abrumadora. El mercado abierto de frutas y verduras vecino al de artesanía es curioso: tomates, pimientos, repollo, pepinos, plátanos, papayas, mangos... Los precios son aceptables.

 

Aquarium es el bar-restaurante principal para los navegantes. Está justo delante del dinghy dock. Tiene wifi y los happy hours a las tardes son obligatorios cuando uno se encuentra en Neiafu. La cerveza de presión sale 4US$, la lata de Coca-Cola 2$ y la pizza familiar que solemos compartir con otra pareja amiga 12US$. Como es económico siempre terminamos cenando pizza y bebiendo cerveza con amigos. Tropicana es el otro punto de encuentro donde el internet es mucho más rápido pagando 3$ por hora, tienen servicio de lavandería por 2$ el kilo y facilitan la carpeta con todos los papeles que hacen falta para la entrada a New Zealand y libritos de información con las marinas del país de los kiwis.

 

Se puede abarloarse en el dock del restaurante Mango por 15 TOP  (7US$) para llenar los depósitos o hacer viajes con los jerry cans por 3 TOP cada uno.

 

Visitamos un par o tres de veces Neiafu, estamos tres o cuatro días, compramos y salimos para un nuevo fondeadero. El pueblo atrae, te encuentras con todo el  mundo, hay internet, siempre alguna fiesta o cena... pero tras unos días uno está harto y desea huir a un fondeadero bonito con aguas limpias para bañarse, tranquilidad y dejar de gastar constantemente dinero como pasa en la ciudad.

 

Además de los happy hours y las pizzas gigantes, comiditas entre amigos en un barco u otro, espectáculo de travestis en el Tonga Bob’s,  noche de baile, beber cava en el San Miguel de Françoise... combinamos el ocio con un poco de ejercicio: salgo a caminar y a correr todos los días, subimos a la montaña en tres ocasiones para contemplar las bonitas vistas de la bahía, regata y posterior celebración donde Jose participa en el Mahina -el barco de nuestro amigo Eleandro, un maltés que navega en solitario...

 

Es octubre y celebramos mi cumpleaños, una inolvidable fiesta en el Caps con mojitos que amenizan la larga noche que termina a las 7 de la mañana del día siguiente. Tonga non stop. No sabemos qué es una noche de relax mirando una película, eso pasó a la historia.

 

La navegación entre las islas del grupo de Tonga es sencilla y agradable. Hay muchas islas pero no hay demasiado arrecife y no se crea ola. Se suele navegar a la francesa, solo con la génova, por pereza a sacar la mayor para tan pocas millas. 

 

Visitamos Port Mourelle, llamado N º7. Hay tantos fondeaderos que nadie se aprende los nombres y es normal referirse a ellos por el número. Hay seis o siete boyas pero están ocupadas por lo que anclamos a unos 8 metros de profundidad. El lugar es bonito y protegido. Visitamos las cuevas con el dinghy, barbacoa en la playa y cena tailandesa en el Gypsy Blues. Hay dos pequeños pueblos a un lado y otro de la bahía con una agradable caminata. Mangos por todas partes que podemos recoger sin problemas. La amabilidad de los tonganos está en todas partes y siempre te saludan con una sonrisa en la boca y te preguntan dónde vas. La gente en este país es de lo más extraordinaria que hemos conocido.

 

Días más tarde nos vamos al Nº 11 llamado Tapana. Aquí está el mítico restaurante español La Paella sobre el cual tanto hemos leído en todos los libros de navegación. María y Eduardo tras estar navegando unos cuantos años se afincaron aquí y montaron este restaurant hace ya 22 años. Jose está emocionadísimo y el mismo día que llegamos acudimos a cenar con previa reserva. Sale 80 TOP (40US$) por persona;  aunque no resulta barato para nuestros bolsillos sabemos que no podemos perdérnoslo. Gazpacho, tortilla de patatas, croquetas y otras tapas variadas van llegando constantemente a la mesa hasta que presentan el plato principal: la paella. La bebida no está incluida y permiten llevarte tu botella de vino, aún nos queda alguna botellita de vino en la despensa. Tras la cena viene el espectáculo; se abre el escenario y Eduardo -todo un artista- empieza a tocar la guitarra, Isabel las maracas y otro tongano los tambores. Salsa, música brasileña y algo de flamenquito amenizan la velada.

 

No tuvimos ocasión de poder charlar mucho con ellos esa noche, andaban ocupados sirviendo al personal. Así que regresamos otros días y compartimos charlas en su casa, nos inviatn a cenar y los invitamos también al barco. Son un libro abierto y es muy entretenido escuchar todas las anécdotas que pueden llegar a tener. Nos despedimos de esta pareja entrañable. No sé si esto puede contarse... pero él está escribiendo un libro y cualquier día nos sorprende su publicación. 

 

Desde Tapana  se puede caminar a Neiafu para disfrutar del bonito camino y abastecerse de alguna cosa que pueda hacer falta del pueblo. Una hora de ida y otra de vuelta con un paso ligero. Yo lo hago a diario mientras estamos allí fondeados. El snorkel aquí no es demasiado interesante pero otro poco de ejercicio siempre viene bien y se convierte en imprescindible cuando te acostumbras a hacerlo. Las chicas a veces nos reunimos y nos vamos juntas a patalear.

 

El Coral Garden es uno del fondeos tops de Vavau. Promete soplar bastante los siguientes días y los anclajes n º 16 y 17 no quedan bien resguardados, así que elegimos el vecino 15. Como va siendo habitual nos juntamos varios amigos allí: el Merilelu, Lisa Kay, Morning Glory, Tina, Mahina, Gipsy Blues y nos reencontramos con los italianos del Argentaria tras haberlos conocido hace un año y medio en Panamá.  Nos cogemos a una de las cuatro boyas que hay que salen 5 US$ al día destinados a una fantástica causa, gestionar la escuelita del pueblo de Matamaka que visitamos y podemos compartir un ratito con el maestro y los niños.

 

Los locales traen pulpo en la lancha cuando regresan de su jornada de pesca y nos animamos a comprar uno de dos kilos y medio y preparamos en nuestro Caps invitando a nuestros amigos italianos, a Andy y Eleandro. Al día siguiente Marcelo y Gabriela atraparon un enorme pescado que hacemos a la barbacoa en la playa e invitan al resto de barcos en la bahía ya que hay para todos, acompañándolo con las ensaladas que cada barco aporta. Otro día es el cumpleaños de Marcela y preparan pizzas en el Argentaria.

 

Por las mañanas aprovecho el kayak que Lisa Kay me presta y remo durante rato a un lado y otro de la bahía. Cómo me gusta.... El maestro de la escuela del otro pueblito de Nuapapa me llama y me pide que le ayude a pasar por los barcos pidiendo una colaboración para el colegio. Nos muestra la escuelita, nos regala plátanos y nos invita a la gran fiesta que celebran cada dos años con el fin de recolectar dinero para la iglesia. Somos los únicos extranjeros invitados. Helena viene con nosotros. No vamos demasiado acorde con la ocasión y el maestro nos presta ropa tradicional para que cubramos nuestras piernas. Después vamos a la iglesia y presenciamos el espectáculo de la recogida de dinero con un hombre que lanza un speech en tongano todo el tiempo del que no conseguimos comprender ni una sola palabra pero todos ríen y aplauden; van dando billetes compitiendo entre familias a ver quién es la que más da. Cuatro hombres misteriosos vestidos con trajes negros y con un aspecto serio y un tanto mafioso no dejan de contar los pangas que aportan los humildes ciudadanos e introducen en una maleta negra. A dónde irán todo estos fondos... Pero en fin, mejor no indagar demasiado. Pasamos al festín: en una caseta, comida colocada en largos manteles en el suelo formando filas, como el mejor de los banquetes medievales. Nos sitúan entre caras totalmente desconocidas y se abre la veda, todos comen en silencio mientras los chiefs de la iglesia siguen con sus discursos religiosos indescifrables para nosotros. Hay tantos platos diferentes que tenemos que elegir ya que nuestro cuerpo no tiene las mismas dimensiones que la mayoría de tonganos y tanto no podemos procesar. Toda una experiencia que hemos tenido el privilegio de poder compartir. Estando más que llenos todos siguen insistiendo en que nos llevemos comida para nuestras casas lo cual no podemos aceptar. Esta gente es muy humilde y nos lo dan todo. Invitamos al profesor y a su hijo al barco y se muestran encantados ya que es su primera vez. 

 

Cuando el viento amaina y el día aparece más soleado cambiamos al ancladero Nº16, esta vez solitos, un poco de tranquilidad no viene mal. Nos gusta mucho y es muy tranquilo en estos días con viento casi nulo. No hay stop y nuevos barcos que no habíamos encontrado hasta ahora, muchos con niños a bordo, organizan pizza party en la playa. Durante el día aprovechamos la marea alta para poder pasar al otro lado del arrecife donde se encuentra el Coral Garden, una maravilla de fondo submarino con infinidad de variedad de coral. Las fotos como siempre no hacen justicia y la falta de luz bajo el agua impide que reflejen la multitud de colores y modalidades de plantas acuáticas. Repetimos al día siguiente, aunque nadar hasta el otro lado no resulta fácil, hay que combatir la corriente y las olas que te empujan hacia atrás. Supone un esfuerzo, pero estamos en forma y lo hacemos sin dificultad.

 

Días antes, al dejar Neiafu, hicimos el check out para Ha’Apai, el grupo de islas más al sur, y extendimos nuestra visa que tenía un mes de duración para tres semanas más pagando 58 TOP cada uno (unos 30 US$). El papeleo lleva al menos media mañana: inmigración, Capitanía de puerto y Aduanas; todo esto para ir a las islas de al lado a solo 60 millas. Qué le vamos a hacer, burocracia. Una vez hecha la salida del país puede obtenerse duty free fuel pero hay que solicitar al menos 200 litros. Nos jutamos con Eleandro que ya va a salir de Tonga y nos pide nuestro diesel que se rebaja de los 1’5 US$ a 1 US$ con el precio libre.

 

Vavau da para largo; Tonga se ha convertido en nuestro lugar preferido en el Pacífico. Es demasiado...  Hay que seguir acercándonos a New Zealand para dar el salto y en diciembre estar fuera de zona de huracanes. 

 

 

 

Ha'Apai group

 

10 de noviembre de 2012

 

El Reino de Tonga está dividido en tres grandes grupos de islas: el grupo de Tongatapu -en el sur- con la capital Nuku’alofa; Ha’Apai –en el centro-  y Vava’u en el norte.

 

Tongatapu no tiene un atractivo especial pero algunos barcos van hacia allí porque prefieren esperar la ventana para cruzar a Nueva Zelanda acortando 160 millas.

 

Tras casi un mes en Vavau nos movemos al grupo de islas de Ha’Apai.  Fondeamos la tarde anterior a la partida en el anclaje nº 36 y a la mañana siguiente con la primera ráfaga de sol navegamos 60 millas al sur hasta la primera de las islas, Ha’Ano.

 

Nada tiene que ver el nuevo paisaje con el de Vavau. Las diversas islas que forman el archipiélago central de Tonga son bajas y es mucho más coralino, con fondos muy interesantes.

 

Somos el único barco en Ha’Ano, aunque más tarde llegan los quebequienses del Taima con quienes hemos ido coincidiendo desde Marquesas.

 

El sábado por la mañana se acerca un barco local para invitarnos a una fiesta. Eso sí, nos aclaran que necesitan recoger un poco de dinero. No tenemos apenas cash y les decimos que podemos darles algo de ropa, comida y algunas medicinas.

 

Iban y Carmel del Taima también se han apuntado a la fest y los pasamos a recoger con el dinghy porque aún tienen el suyo en cubierta. Empezamos con la ceremonia local del cava que ya conocemos de Niautoputapu. Este es un encuentro únicamente para hombres para beber la bebida local que obtienen del secado de una raíz, pero las mujeres extranjeras somos bienvenidas. Después empiezan a tocar sus guitarras y bailamos junto con las mujeres. Viene el turno de desayunar: sandía, papaya, bananas, fruto del plan frito, coco... La anfitriona nos acompaña a pie a conocer el pueblo y regresamos de nuevo a la caseta de reunión ya a punto para comer. La mesa empieza a poblarse con comida y más comida. Los veleristas compartimos el almuerzo con cuatro turistas neocelandeses y australianos que vienen de una isla cercana. La comida, como viene siendo habitual, es superabundante: cerdo, cordero, pescado crudo, pescado rebozado, langosta, ensalada, ensalada de fruta, sandía... todos los platos presentados en los platos confeccionados con la caña del árbol del plátano. Es la mejor comida tongana que hemos tenido hasta ahora y comemos más de la cuenta una vez más. El almuerzo es amenizado con bailes tradicionales polinesios que son parecidos a los de las islas francesas. Hay muchas mujeres y niños sentados en el suelo encima de sus alfombras tradicionales que siempre ríen y nos observan. Esta gente es sin duda la más hospitalaria que hemos encontrado hasta ahora. Son extraordinariamente cálidos, relajados y amables. Organizan la fiesta para sacar algo de dinero que necesitan para vivir; los demás turistas pagaron como 60$ por persona, los del barco canadiense 20$ y nosotros al no tener pangas les dimos algunos obsequios que aceptaron agradecidos “no importa si no tenéis dinero, os hemos  invitado” nos decían.

 

Nos despiden desde la playa y nos piden que les hagamos propaganda para que vayan otros cruceristas. Es una buena forma de sacar dinero para la comunidad ya que a parte del trabajo de preparación de todo los platos a ellos no les cuesta nada porque todo lo hacen a base de los productos que encuentran en la tierra o en el mar.

 

Charlamos con los locales. Tonga es una monarquía casi absoluta y tiene un sistema semifeudal donde el rey y los nobles poseen gran parte de las tierras. Cuando les preguntas a la gente a cerca de su rey todos parecen estar conformes y comentan que la monarquía se ha ido abriendo un poco aunque admiten que podría repartir un poco más con el pueblo. No se puede hablar muy abiertamente del tema.

 

Más tarde para bajar la comida caminamos a las otras dos comunidades que se encuentran al otro lado y vamos a la playa repleta de murciélagos que viven al aire libre. Es la primera vez que vemos tantos en una playa.

 

La experiencia vivida en Ha’Ano ha sido única y el lugar también es hermoso. Los corales desde el dinghy son formidables y se asemejan al Coral Garden de Vava'u  pero en miniatura.

 

Nos trasladamos a la isla principal, Lifuka –ocho millas al sur- donde vamos a reunirnos con los amigos italianos del Gyoel. Además queremos ver el lugar para ver si podemos pasar allí los siguientes días donde llega una fuerte depresión. Ya tenemos la información cinco días antes y tenemos tiempo de buscar un refugio seguro y protegido.

 

Llegamos a Pangai, el pueblo principal de la isla y centro administrativo del archipiélago, una amplia área resguardada por los arrecifes del mar abierto, aunque demasiado grande para estar con mal tiempo, el fetch que se puede crear es considerable. Fondeamos en cuatro metros de profundidad, teniendo en cuenta las mareas, que pueden llegar a ser de un metro o más. Somos el único barco de nuevo, aunque después llegan también Taima y Gyoel. Ha’Apai no es tan popular como Vavau y solo algunos barcos paran. Tiene un puerto protegido donde está permitido anclar en su interior tirando el ancla por proa y atándose a tierra por popa. El barco Taima tiene problemas con el motor y se mete dentro del puerto para poder repararlo y también protegerse de los fuertes vientos que están por venir. Junto con Alberto de Gyoel los ayudamos con los dinghys abarloados a ambos lados a introducir el barco propulsado con nuestros motores fuerabordas.

 

Al día siguiente vamos al pueblo. No es bonito. Cinco o seis pequeñas tiendas de chinos –que también han llegado aquí- un pequeño mercado de fruta, dos gasolineras... El Mariner’s Bar es el único  del pueblo donde los cruceristas suelen acudir. Hay internet por 6 pangas la hora, muy lento pero da para mirar el correo y navegar con mucha paciencia. También está la oficina de Costums donde se puede hacer el check out para salir del país y debe realizarse el check in tras venir de otro archipiélago.

 

Decidimos regresar a Vavau –donde vamos a estar mucho más protegidos- ya que los fondeaderos en Ha’Apai son más abiertos y desabrigados de los vientos del oeste. Hacemos la salida del país el mismo día que la entrada. Está permitido realizarlo al mismo tiempo con diez días de plazo para salir del país. Pasamos de hacer check out de nuevo a Vava’u, estamos cansados de tanto papeleo.

 

Ha’Apai tiene 62 islas y muchos fondos marinos muy interesantes para explorar. Es una pena no poder seguir descubriéndolas pero ahora prima la seguridad y hemos considerado más seguro refugiarnos en Neiafu de la depresión tropical que está viniendo y que parece bastante fuerte, algunos hablan incluso del primer ciclón de la temporada.

 

Llegamos a Vavau de noche, compartiendo travesía junto al Gyoel. Como hemos navegado bastante entre las islas tenemos todos los tracks marcados. Todos los amigos están pendientes de nosotros por radio y en cuanto tenemos alcance nos van llamando a cada rato. Hay una boya esperándonos que nos ha reservado Segue, ha sido una lucha de titanes, porque era la última y todos los barcos que iban llegando la querían. Todos han venido a protegerse a Neiafu, uno de los mejores hurricans holes del Pacífico. Colin la ha pagado y es nuestra, pero vienen las discusiones de que la toma el primero que llega... seguramente tengan razón, pero al estar pagada nadie la puede coger y nosotros llegamos de noche y tenemos nuestra boya esperándola, no la vamos a ceder. Hay una noche cerrada y no se ve absolutamente nada. La asistencia de René con el dinghy nos lleva hasta la boya, otros amigos nos van dando indicaciones por radio, otros encienden las luces para que la situemos. Nos sentimos tan arropados...

 

Pasamos tres días en Neiafu hasta que pasa la depresión. Un Máximo de 25 nudos... mientras que  en otras áreas 40, 60... hasta 80. No se puede cambiar la meteo pero sí buscar un buen lugar para estar en condiciones desfavorables. Estamos contentos de nuestra decisión de haber regresado. Un día en Port Mourelle con barbacoa en la playa de despedida, limpieza del casco y partimos. Hasta siempre, Tonga.

 

 

TONGA- 2º VIAJE 2014

Agosto de 2014

 

Tras mucho tiempo sin escribir volvemos al ataque. La vida pasa sin grandes acontecimientos en la ciudad. Nuestra vida nómada e itinerante quedó un poco atrás después de habernos instalado en Auckland. Papeleos y mucho esfuerzo han dado fruto y conseguimos lo que por momentos nos parecía tan difícil, instalarnos en Nueva Zelanda. Los planes son quedarnos aquí varios años y aprovechar para viajar y conocer toda esta parte del mundo: Nueva Zelanda, Australia, Vanuatu, Nueva Caledonia y Asia.  Mi trabajo como profesora de español en un colegio de secundaria me tiene ocupada de sol a sol y Jose siempre a tope con los inacabables quehaceres del barco. La vida por ahora es más sedentaria, pero no aburrida ni tranquila, con miles de retos que nos presenta el día a día en un país nuevo, con otra lengua y cultura distinta.

 

Ocho meses lleva  el Caps en la marina y le toca de nuevo un buen repaso que supone mucho trabajo e inversión: nuevas radiobaliza y VHF, intalación paneles solares en el bimini, puesta a punto de motor, reparación de velas  y un sinfín de grandes y pequeñas tareas imposibles de enumerar.  

 

Trabajando como siempre a contrarreloj el barco está listo para zarpar. Próximo destino Tonga y Fiji. Esta vez la tripulación muestra nuevas caras. La primera de abordo se queda en tierra dispuesta a volar allí donde vaya su capitán. Acompañan a Jose su hija Erika, que ha venido para pasar una temporada,  el estadounidense Owen y el neocelandés Fergus. Todos con mucha ilusión pero experiencia ninguna. Tras casi diez días de travesía el Caps Tres llega al Reino de Tonga. Ha habido muchos incidentes en la travesía: una vela se rompió, el piloto principal dejó de funcionar, los dos enrolladores también rotos… Muchas millas de ceñida con un mar que no siempre ofrece su mejor cara, cocinar para cuatro personas y capitanear el barco durante 10 días casi como ir en solitario hacen que Jose llegue muy cansado. 

 

Siempre es agradable regresar a la añorada temperatura de los trópicos y saborear de nuevo lugares  bonitos y entrañables que ya forman parte de la historia de uno. El conocer el terreno te aporta una seguridad y un relax evitando tener que estudiar los lugares pero al mismo tiempo el factor sorpresa deja de existir. Poco ha cambiado Neiafu en casi dos años salvo la nueva taberna vasca de Papu y un nuevo garito con hamburguesas ricas y baratas. La gran sorpresa es el aumento de los precios en todo. Casi un 50% más caro que entonces, decía otro barco americano y seguramente poco erraron el porcentaje. Un país pobre y con pocos recursos donde solo el rey y los nobles viven con excelencia y el resto del pueblo sobrevive pescando y comiendo las cuatro verduras que plantan y las fruras que les dan los árboles.  

 

El cumpleaños del rey se celebra por todo lo alto y todo el mundo se vuelca en esta semana de celebraciones.  A los pocos días Fergus y Owen se desembarcan y yo llego  para estar tres semanas. Viejas caras conocidas y amigas: Mercedes y Colin del Segue, María y Eduardo de La Paella, Humberto del Holandés Errante, Roser y Kiko del Socarrao, el maestro Tevita  y otros barcos con quienes habíamos compartido más de un fondeo. Nuevas amistades también como el barco French Polish. Brad, Julie y los pequeños Finn, Thomas y Brodey llegaron de Christchurch para disfrutar esta inolvidable experiencia en familia. Poco a poco el ambiente crucerista se empieza a animar. Normalmente los trasnmundistas que vienen del lejano Canal de Panamá acostumbran a llegar hacia septiembre u octubre. Se echa un poco de menos el ambiente de fiestas y camadería que vivíamos antes con todos aquellos barcos con los que ya formábamos una familia del mar.

 

Muchas ganas de explorar y cambiar de fondeo no predominan y nos delimitamos a descansar  y disfrutar de las pequeñas cosas que te ofrece este tipo de vida: el sol, el mar, nadar, kayak, snorkel,  playas, el silencio, lectura, películas, reuniones con otros barcos y visitar los pueblos y charlar con los locales. Regresamos a todos esos lugares que más nos gustaron Neiafu, Port Morell, Lape Island, Coral Garden, Mata Maka... y exploramos alguno que otro nuevo como Blue Lagoon que tiene una de las aguas más cristalinas de todo Tonga. Los tonganos siguen siendo grandes, muy simpáticos y amables y los corales siguen estando bastante muertos así como los peces brillan por su ausencia.

 

Yo regreso al invierno de Nueva Zelanda, contenta de haber pasado tres semanitas con mi pukito y haber dejado atrás el estrés que llevaba con el trabajo y Cristina llega de Barcelona para unirse a la tripulación.

 

Renovaciones, papeleos de salida una vez más…  y proa al oeste para explorar Fiji otra vez.