Archipiélago de Las Perlas - Isla Contadora

Marzo de 2012

 

Por fin conseguimos arrancar de Panamá City. Sabemos que tenemos que salir ya, porque si no el tiempo podría perpetuarse in eternum. Llega Nuestro tripu Toni cargado con dos maletas con cosas casi todas para el Caps, además de unas buenas raciones de sobrasada de Mallorca, jamón, chorizo, chocolates, anchoas... cosas que no se encuentran aquí o bien son muy caras y de mucho menos calidad. No se encontró con problemas en la aduana, solo tuvo que ser generoso con 20$ para que no se las abrieran. También trae mis títulos que me encargué de revalidar durante mi estancia en España para poder trabajar en los países a los que nos dirigimos. Se vive muy bien sin trabajar, de eso no hay duda. Pero lo bueno se acaba y pronto vendrá una etapa en que nos instalaremos un tiempito en algún lugar donde pueda conseguir un trabajo. Nos apetece también poder hacer una verdadera inversión en un país de otra lengua quedándonos un periodo largo. 

 

Hacemos el zarpe internacional y sellan nuestros pasaportes para salir del país. Nuestro pasaporte tiene ya tantos sellos que siempre lo observan extrañados y pasan página tras página buscando el que necesitan. Muchas veces me quedo un ratito mirándolo y pasando las pequeñas hojas. Supone un sueño para mí poder haber visitado tantos países. No he descubierto algo que me guste más en esta vida que viajar y aprender idiomas.  Zarpe, zarpe, zarpe... nos extenúan con tanto papeleo y encima cada vez hay que pagar. Tuvimos que hacer uno a Shelter Bay, después otro a Balboa y por fin el último y definitivo. Si uno parte de San Blas sin entrar a puerto puede hacer directamente el internacional; pero al entrar al varadero y después sumarse otro tripulante nos obligó a tramitar un montón de zarpes.

 

Últimas compras y salimos el domingo 25 por la mañana hacia el Archipiélago de las Perlas. Poco viento en la travesía y tras 35 millas recorridas arribamos a la isla principal del conjunto: Contadora.

 

Las Perlas tiene alrededor de 40 islas, muchas deshabitadas, y muchos islotes. Es conocido en todo el mundo como un importante punto de pesca deportiva, aunque nosotros no conseguimos autoabastecernos la comida a pesar de que navegamos con las dos cañas al acecho.

 

El segundo día conseguimos dejar por un rato a un lado los trabajos y desembarcar en la isla. La marea está terminando de subir y se crea un oleaje en la orilla que hace un poco dificultoso desembarcar del dinghy. Lo subimos un poco más por si la marea sigue subiendo y a nuestro regreso tenemos unos cuantos metros de distancia de nuestro pequeño bote al medio acuático, así que entre los tres arrastramos los casi 100 Kilos. Tiempo tendremos en la travesía y en la nueva recalada de idear algún sistema con ruedas para facilitar estas maniobras.

 

Contadora tiene un aeropuerto cuya pista atraviesa la isla y es un espectáculo ver despegar y aterrizar los pequeños aviones. También hay un ferry que conecta el islote con la ciudad de Panamá. El método de transporte principal son los cochecitos de golf que se pueden alquilar por 80$ al día y 40$ tres horas. Nosotros vamos a pie aunque siempre hay algún simpático que nos recoge.

 

Es coqueta y bastante chic, recibe un turismo bastante exclusivo. Las playas -encaradas al turismo con sus sombrillas de bambú, tumbonas y restaurantes al frente- son bonitas y están bien cuidadas pero lejos quedan de aquellos parajes paradisíacos e inexplorados de San Blas que aún permanecen intactos en nuestra memoria. 

 

La isla alberga muchas mansiones a pie del mar, casas de panameños y de extranjeros adinerados,  dos grandes hoteles y otros más pequeñitos. Toni nos invita a comer para celebrar su llegada en el restaurante Punta Galeón con unas bonitas vistas a la playa; la habitación –preguntamos- cuesta 166$ por noche.

 

Hay tres minimarkets. Nos quejábamos de los precios de Bocas que aumentaban un 30% respecto al continente, pero aquí son un 50% más caros. También se puede comprar gasoil a 6$ el galón.

 

No voy a enumerar los trabajos que hemos ido haciendo en el barco porque ya estoy tan saturada que ni ganas tengo de volver a incidir en ellos. La watermaker de momento no hemos conseguido hacerla funcionar bien, así que deberemos ajustarla en el camino o esperar a Galápagos para ponerla a punto.

 

Varias veces repetimos que tendríamos que haber cruzado antes el canal, aunque ahora ya no hay vuelta atrás. Deberíamos haber dejado San Blas, que ya conocíamos bien, y haber dedicado más tiempo a Las Perlas y poder haber procedido con los preparativos más relajados.

 

Limpiamos la cubierta que estaba realmente sucia de la estancia en Playita de Amador y eso que allí ya lo hicimos una vez. Nunca la habíamos visto así,: toldos, cabos, todo ha quedado percudido de una especie de ceniza que probablemente desprenderán los grandes buques. Jose hace una inmersión para que el casco quede inmaculado además de poner unos topes de goma a la hélice que se habían desgastado.

 

Nos damos nuestro primer baño en el Pacífico (sí, es el primero, porque cuando estuvimos por Centro América en playas de este lado creo recordar que no nos bañamos). El agua está helada, 20º, diez grados menos que en el Caribe. La bajada de temperatura también se nota en el ambiente, hace fresquito sobretodo por las noches.

 

Compartimos ratitos con los amigos del Jomay y con el barco Bamboleiro, un 28 pies que también se va para el Pacífico, de  una joven pareja de 30 y 33 años estadounidense- española. 

 

Todo listo, o casi listo. Dejamos América a nuestra popa para descubrir nuevos lugares y un nuevo continente totalmente desconocido para nosotros.  Ahora sí, empieza esta nueva etapa, en la que tantas veces hemos soñado.