Bonaire


9 de diciembre de 2010

Bonaire es una de las tres Antillas Holandesas, también conocidas por las ABC , sigla de las iniciales: Aruba, Bonaire y Curaçao.  


La travesía de 270 millas desde Puerto la Cruz, una maravilla, de esas que uno siempre querría: viento de aleta de entre 10 y 15 nudos de aparente, a orejas de burro, con lo que el Cap’s alcanzaba una media de entre 6’5 nudos y 7, con mayor rizada. Una vez más el AIS es fantástico ya que nos pasan muy cerca varios mercantes (en un instante estamos rodeados de tres a ambos lados y por la popa, a uno hasta le llegamos a oír los motores). Pero sin problemas, nosotros tenemos prioridad por ir a vela y ellos la respetan y maniobran relajadamente.

[El AIS es un aparato que nos permite ver en la pantalla los mercantes y otros barcos que lo lleven así como también ciertos datos como velocidad, rumbo, mínima distancia de paso y hora, etc. y nosotros aparecemos en la pantalla de uno de esos monstruos gigantes como un barco más, solo que al clicar para ver detalles ven que no somos más que una hormiguita a su lado; pero ya estamos tranquilos que hemos sido avistados]  


En un principio pensábamos ir a Curaçao y la ETA (hora estimada de llegada) varía al decidir hacer un stop en Bonaire. Aunque hemos reducido trapo vamos a llegar de noche pero la entrada es clara y no hay peligros. Pero “la noche me confunde” y efectivamente nada se ve cuando nos vamos acercando; dice la guía que hay que vigilar la costa de barlovento en horario nocturno porque más de un barco al año se la traga y es que no hay luces en ese lado porque la ciudad está al oeste de la isla.


Está totalmente prohibido echar el ancla en toda la isla, además hay muchísima profundidad y el fondo cae en picado, por lo que hay que amarrarse a una boya Ni una luz de fondeo nos ayuda a encontrar la zona de boyas y nos lleva mucho tiempo yendo al mínimo de velocidad, por precaución, uno abajo con el plotter, otro arriba a la rueda y dejando la vista. Finalmente hallamos un barco fondeado y empezamos a seguir la fila de veleros que se encuentran ordenadamente paralelos a la costa pero ni una boya libre. Hasta que... ¡aquí hay una libre! Son las cuatro de la mañana y estamos rendidos, nos ha llevado casi tres horas el acercamiento final.


Esta pequeña isla de 14.000 habitantes es tranquila y coqueta. Es como estar de nuevo en Europa: limpia, ordenada, segura... Aunque no es muy grande se encuentra casi de todo; hay un Badget Marine, de accesorios náuticos que tiene mucha variedad, un gran supermercado, bonitas tiendas de souvenirs para el turista...


Se habla holandés, inglés, papiamento (una lengua criolla producto de la mezcla con el español, portugués, holandés, lenguas africanas...) y la mayoría habla algo de español, así que prácticamente todos los habitantes hablan cuatro lenguas. Hay mucha inmigración colombiana, venezolana, portorriqueña... La gente es muy amable y educada.


Los precios, también europeos (10-15 $ el kilo de carne, 2 $ la cerveza en un bar...) Preguntamos el precio de los mangos en el mercadito de fruta de venezolanos, 1 mango-1 dólar... Será que hoy no comemos fruta.


Bonaire es un municipio que pertenece a Holanda. La moneda es el florín pero todo se puede pagar con dólares aunque te devuelven el cambio en Nafs.


Este lugar es conocido mundialmente como un importante centro de buceo por sus aguas turquesas y transparentes. Hay dive centers por todas partes.


Hay tres pequeñas marinas, preguntamos precios por curiosidad: 1 dólar el pie por día y 0’60/pie si es por meses.


Kralendijk es la capital y donde se encuentra la única zona de boyas para veleros. Los papeleos de entrada son sencillos y sin costo. Las boyas cuestan 10$ diarios y hay 42 disponibles. Además en toda la isla hay boyas para el la auxiliar, para ir a hacer buceo o snorkel.

No nos cuesta volvernos a adaptar a la vida fondeados, dinghy aquí, dinghy allá, bañitos en el mar... ya lo echábamos de menos.


Bon bini y ayo (bienvenidos y adiós, en papiamento)

 

 

 

 

 

Curaçao


14 de diciembre de 2010

Recorremos las casi 40 millas que separan Bonaire de Curaçao. Viento en popa...

 

La entrada no es muy fácil de ver y ni pensarlo de querer entrar de noche. El único fondeadero es el de Spanish Water, un canal laberíntico se va metiendo tierra adentro hasta que aparecemos en un lagoon. Es parecido al de St. Martín, aguas marrones estancadas que mucho distan de las transparencias azules de Bonaire. Dentro hay varias marinas. No hay mucho más, solo la bahía repleta de barcos y un bareto que se llena a la hora del happy hour.

 

Las ABC están libres de huracanes y hay yates que pasan aquí largas temporadas. Sobretodo flamean muchas banderas holandesas. Los barcos españoles siguen brillando por su ausencia. 

 

Para hacer la entrada hay que ir a la capital, Willemstad. Spanish Water está bastante alejado de la ciudad y nos han dicho que cabe la posibilidad de entrar en el lago de Schottegat que se encuentra en pleno pulmón de la city esperando la apertura del puente y pidiendo un permiso especial; no hay ningún velero en estos momentos.

 

Para ir a la ciudad hay un autobús desde el fondeadero que pasa aproximadamente cada hora (sale 1’60 florines, unos 0’70 €).  La ciudad es muy pintoresca. Todos los edificios bien cuidados pintados con distintos tonos pasteles. También es parada de los grandes cruceros y de repente se llena de cientos de personas con un afán de comprar, un poco compulsivamente; eso sí, está libre de impuestos y hay cosas que pueden valer la pena.

 

En la zona de Caracasbaai se encuentran tres tiendas de náuticas donde se puede aprovechar para hacer algunas compras si se necesita. Mostrando los  papeles de entrada al país no tienes que pagar las tasas (que son un 5%).  Casi al lado hay dos grandes supermercados con bastante variedad así como cientos de tiendas de todo: recambios de coche, bricolaje, electricidad, informática, electrodomésticos... Sale un autobús gratuito desde Spanish Town que pone el supermercado y de ahí a caminar. Nosotros venimos dándonos unas caminatas de aúpa a diario. Se nos ha estropeado el frigorífico y damos más vueltas que un tonto para encontrar cada cosa. (Sí,  lo arreglamos en Venezuela pero nos lo hicieron mal y hemos optado por arreglarlo nosotros; Jose anda de lleno en el tema aprendiendo cada día: con internet y preguntando a “to quisqui”)

No deja de sorprendernos la amabilidad de la gente (nada que ver con el Caribe Oriental), todos dispuestos a ayudarte. También es admirable la facilidad con la que manejan las cuatro lenguas; desde una cajera del supermercado hasta el conductor del autobús y nos damos cuenta que en España todavía estamos muy atrás en ese aspecto.

 

Curaçao, a diferencia de Bonaire,  además de recibir turismo es una ciudad que tiene vida propia. Viven en la isla alrededor de 140.000 personas. Tiene un nivel de independencia mayor a su isla vecina respecto al reino de Holanda. Por cierto, solo 70 Km. de mar la separan de Venezuela.

 

En cuanto a precios, depende... cargar una botella azul 20€ (en Venezuela nos costaba 1’5€, por suerte las traemos bien cargaditas), kilo de pechugas de pollo 4€, la merluza congelada 4’50€/Kg. (el pescado en general,  barato), la fruta y verdura muy cara (se vende por piezas (1 manzana 0’70€), lo náutico 15 ó 20% más caro que en Sant Martín, cerveza en un bar 2’50$ (en happy hour 2x1), etc.

 

Estando fondeados tenemos acceso a internet que proporciona un catamarán llamado Isus por 10$ a la semana.

 

A las noches hemos vuelto a nuestro entretenimiento de meternos en la rueda de los argentinos. Escuchamos a los barcos que están cruzando el Atlántico (también copiamos a un español que está en el Estrecho de Magallanes, demás barcos por el Caribe, Brasil...),  lecturas de partes méteo y consejos de los futuros lugares de recalada; como siempre Alejandro sigue realizando esa gran labor de ayuda a los barcos.

Y ahora una nueva cosa: escuchas por la onda corta de Radio Exterior de España (para mi alegría, domingos tardes de fútbol); así como de otros países: BBC, RAI,  radio Cubana... que emiten a lo largo de todo el día.

 

 

 

 

Caminatas curazoleñas y otras ocupaciones


18 de diciembre de 2010

Nuestra estancia en Curaçao ha sido una constante caminata para encontrar todo lo que necesitábamos para arreglar el frigorífico, ya os contaremos en qué queda la cosa.  Hemos conocido a un ingeniero cubano, Juan, que trabaja en aire acondicionado de coches que ha sido el principal mentor. Mil gracias por todos tus consejos.

El frigo lleva gas R12 que está prohibido en todas partes porque daña la capa de ozono, así que nos han derivado a un sustitutivo que tras buscar y buscar lo hemos encontrado en Mangusa Supermarket (en la zona de Cascará); por cierto, tiene unos precios mucho mejores que en los otros súpers que conocíamos por estar alejado de las zonas turísticas.

 

El viernes tarde hay happy hour, en la net de todos los días a las 7.45 h en el Canal 72 lo han anunciado; hoy la tienda náutica Budget Marine presenta su nuevo catálogo para el 2011 y hay barra libre y pica pica para todos. Al llegar las seis de la tarde no se ve un solo dinghy amarrado en las popas de los barcos, todos van en la misma dirección. Hemos calculado que había más de 200 personas en la fiesta. Ha sido bonito, con música en directo tocando para los casi todos holandeses que ya están medio afincados aquí y algunos de este lado y de otro que andábamos por allá.

 

Un poco tarde nos enteramos de que para estar fondeados necesitábamos un permiso que hay que solicitar al lado de inmigración que sale 10$ y es válido por tres meses,  pero nadie nos lo dijo. Sorry, queda pendiente para la próxima vez.

 

Cargamos un poco de agua, dado que ha bajado bastante por no poder lavar ni ducharnos con el agua del mar; no es barata ya que  80 litros nos ha costado 5$, por un poco más solemos llenar los depósitos de 400 l. Hay un waterboat que te trae el agua al barco pero solo pasa los lunes y jueves y tiene la bomba estropeada, así que nos dirigimos al Yacht Club con nuestros cuatro depósitos de 4 galones cada uno; hoy el dinghy se queda pequeño.