WESTERN SAMOA

 

 


 

Western Samoa


28 de septiembre de 2012

Aunque en ningún momento pensamos poner destino a Western Samoa, mucho de los amigos que están en Suwarrow van hacia allí. Y de golpe nos preguntamos por qué no hacer un stop y conocer un nuevo país. Si todos van, algo tendrá. No está en el camino directo a Tonga, queda un poco más al norte,  pero reducimos el número de días de travesía. Hay 506 millas que nos llevarán cinco largos días debido a la falta de viento. Travesía más que tranquila y relajada. Intentamos pescar pero perdemos dos anzuelos y no hay mejor suerte, miramos películas en el interior y nos armamos de paciencia esperando el viento.

 

Por fin llegamos. Cuando hablamos de Samoa hay que distinguir entre American Samoa, que pertenece a Estados Unidos y Western Samoa que es un estado independiente. Una de otra queda a 60 millas de distancia.

 

Podríamos haber parado en American Samoa, ya que aunque sea americana, tiene sus propias reglas y no exige visado para llegar con el barco como otros territorios de US. La entrada cuesta 150 US$ y es bastante impersonal y el fondeo no es bonito según los reports que tenemos. Varios amigos -la mayoría estadounidenses-  eligieron esta isla como recalada. Cuentan que vale la pena solo para comprar víveres, se encuentra de todo y a muy buen precio. El alcohol también es barato. 

 

Todos coinciden que es mucho más interesante visitar el Samoa del oeste. Pertenecía a Nueva Zelanda y se proclamó independiente en el año 1962. La lengua oficial es el inglés y el samoano. Sobreviven con la agricultura, la pesca y los servicios en la ciudad. El turismo principal viene de Nueva Zelanda y Australia por su cercanía. Los salarios no son muy altos pero a la gente se la ve contenta y tranquila.

 

A la llegada a Apia, la ciudad principal, es obligatorio parar al menos un par de días en la marina para hacer el papeleo de entrada. En el canal 12 puede llamarse a Apia Port Control y enseguida te mandan una pequeña barquita que te guía al amarre. La marina tiene capacidad para 50 barcos y es bastante nueva con fingers y varios restaurantes alrededor. Pagamos 30$/día por nuestra eslora.

 

Cuarentena y la unidad de salud acuden al barco al poco tiempo de nuestra llegada y nos dicen que permanezcamos hasta que lleguen aduana e inmigración. Esperamos el resto del día, mientras aprovechamos para lavar a mano la larga fila de ropa sucia que tenemos acumulada. Son las tres y media de la tarde y las autoridades no han venido, así que decidimos salir a preguntar a las oficinas que quedan cerca de la marina. En aduanas nos indican que tenemos que ir al centro de la villa a la oficina de inmigración para realizar la entrada. Al día siguiente regresamos a aduanas con nuestros pasaportes ya sellados y nos pegan la bronca por haber bajado a tierra, supuestamente no estábamos autorizados a desembarcar hasta que las autoridades llegaran. Tras el malentendido finalizamos con el check in.  Unos días más tardes, para la salida, debemos regresar a inmigración y después a aduana y pagar una pequeña tasa de unos 15 US$.

 

Es agradable estar en una marina tras ocho meses fondeados y tener todo el agua dulce para lavar y limpiar y degustar unas reconfortables duchas.

 

Alrededor de la marina hay varios restaurantes y bares donde acudimos casi todas las noches aprovechando que los precios son razonables. La primera noche hay un espectáculo de danzas polinesias en la heladería Oh la la. Allí nos juntamos con varios amigos que han llegado algunos días antes que nosotros.  Tras pedir un fish and chips para llevar en el lugar de al lado nos lo comemos en las mesas del Oh la la junto a la cerveza local –Vainhila- que no es precisamente de mi agrado. Para hacerse una idea de los precios fish and chips 6$, cerveza en el bar 2’5$, un helado riquísimo y grande 3$. Después llega el espectáculo con danzas de mujeres, chicos y niños. Estas son incluso mejores que en la Polinesia Francesa y sobretodo la parte con fuego es espectacular.

 

Al día siguiente recorremos la ciudad de Apia, que es relativamente pequeña. Lo mejor que tiene Samoa es su gente, es de una simpatía extrema. Se conduce por la izquierda y los hombres visten la falda tradicional. No hay demasiado que visitar en la ciudad pero nos agrada el simple hecho de deambular por las calles y observar el modo de vida de este país. El mercado de fruta y verdura es lo más interesante y se encuentran buenos precios por lo que nos hartamos de verde (bolsa grande de berenjenas 3$, papaya grande 1$, bolsa de tomate 1’5$...) Los precios en los supermercados no nos parecen tan baratos y a veces superan a los de Polinesia Francesa ya que aquí no hay alimentos subvencionados; no tenemos mucho que comprar porque seguimos con nuestra despensa panameña de productos secos.

 

Los autobuses son muy curiosos por su altura, la variedad de colores y porque carecen de ventanas. Los taxis son económicos y si uno vuelve cargardo en vez de hacer los 15 ó 20 minutos de caminata a la marina desde el centro puede pagar unos 2US$ por la carrera.

 

La moneda oficial del país es el tala. La equivalencia es aproximadamente 2talas = 1US$, por tanto hay que dividir por dos para hacer la conversión.

 

Samoa tiene una población de 200.000 habitantes de los cuales unos 50.000 viven en Apia, su capital.

 

El segundo día acudimos al mítico hotel colonial del siglo XIX que ofrece una cena buffet con espectáculo por 35 US$ más bebida. Pensamos que va a valer al pena y decidimos aflojar el bolsillo y darnos un lujillo. Merilelu, Tauhara y Lysa Kay vienen también. Las danzas, bonitas pero demasiado turístico el montaje;  fue mejor el día anterior y la comida no tan abundante por ser buffet y por debajo de lo esperado en relación con el precio.

 

El tercer día lo empleamos en recorrer la isla. Alquilamos un coche por 50$ el día con Ben y Jacques, que conocemos desde Maupiti. Ben es un alemán que habla perfectamente castellano, francés e inglés además de su lengua. Jacques, un simpático francés que también habla español que aprendió en Sud América. Dejó París para recorrer todos los países de la América del Sur en su bicicleta y desde Panamá se ha ido embarcando en varios barcos hasta llegar aquí. Recorremos las numerosas cascadas, el templo de las religiones, las bonitas playas del sur... Lo más interesante de la visita es conocer las casas tradicionales samoanas con forma ovalada con columnas en el perímetro sin paredes externas ni internas. Algunos alquilan el coche para dos días y pasan la noche en alguna de las cabañas de la playa llamadas fales que por 40$ por persona noche incluyen una abundante cena y desayuno.

 

Cuatro días en este país nos resultan suficientes, con el tema de la marina, que los restaurantes no son caros y venga aquí venga allá, nos ha supuesto un gasto extra que no esperábamos en nuestra economía. Ya tenemos ganas de llegar a Tonga.