28 de febrero de 2010
Partimos de St. Barts rumbo St Martin. Solo queda a unas 15 millas y navegamos a un descuartelar con un viento aparente de 15 nudos. Una gozada… Hay mucho tráfico de barcos y muchas islitas alrededor que amenizan el periplo. Hoy ha pasado cerca un barco andorrano. Lo hemos llamado por el canal 16 pero no ha habido respuesta. Hasta ahora cero barcos españoles se han cruzado con nuestra proa. Casi todos son franceses, ingleses, americanos, canadienses y en menor cantidad suecos, suizos, daneses y algún que otro alemán. Ah! Hoy también hemos visto a un velero italiano, de Milán, con los que hemos charlado de barco a barco.
Llegamos a Simpson Bay donde fondeamos esperando la apertura del puente para entrar a Simpson Bay Lagoon. Tres veces al día suben el puente y hay que estar preparado a la hora porque solo se mantiene abierto pocos minutos.
St Martin está dividida en dos partes: la parte norte es francesa y la sur holandesa. Nosotros hacemos la clear in en el lado holandés. Antes de pasar el puente hacemos la entrada, esta vez hay que pasar por inmigración y nos sellan el pasaporte. La entrada al puente y el derecho a estar en las aguas del Lagoon durante una semana son 50$. La salida vale 7 $ más. En estos momentos nos acordamos de nuestros amigos Julio y Soledad que están a punto de cruzar el Canal de Panamá (un poco más largo y complejo que nuestro paso por el pequeño canal) Una vez dentro nos sorprende lo inmenso que es. Es una bahía totalmente protegida donde hay varias marinas y cientos o miles de barcos fondeados. Es difícil de calcular pero no sería exagerado decir que hay más de 2000. Allí están Ángel y María con quienes nos comunicamos a través de la radio y nos indican su posición para ponernos a su vera.
Pasamos una semana en el Lagoon, mientras que los bahianos siguen hacia las Vírgenes. No es un lugar demasiado bonito, parece un almacén de barcos. El aeropuerto está al lado y los aviones pasan rozando los palos. Es impresionante. Hay varias marinas repartidas por todo el lago y muchos megayates. Pero nada que ver con St. Barts que es mucho más elegante y bonito. Aprovechamos nuestra estancia aquí para hacer compras. Hay dos grandes tiendas náuticas que tienen de todo: Island Water y Budget Marine. Hay cosas que valen la pena y otras que no resultan tan baratas. Este es un lugar libre de impuestos y la moneda es el dólar americano, así que a veces la diferencia de precio es suculenta.
Esto es tan grande que las distancias con el dinghy no son cortas para moverte de un lugar a otro. Hace tiempo que nuestro auxiliar lloriquea cuando lo queremos hacer correr y aprovechamos en St. Martin para buscar un nuevo dinghy. Por aquí solo se ven semirrígidas sobretodo marca Caribe o AB, de material de hypalon. Buscamos y paseamos por ambos lados el holandés y el francés, este último llamado Marigot. Conseguimos la neumática que buscábamos, a 900 € menos que en España, una Caribe de 2,54 m que cuidamos y mimamos como merece. Ya no nos mojamos, vaya diferencia! Ahora queda pendiente cambiar el motor para ganar velocidad. Seguiremos haciendo huchita para el mes que viene.
Una de las desventajas del Lagoon es que al ser un lugar cerrado no podemos ni lavar con agua salada ni bañarnos en el mar. Toca cuidar el agua como el oro.
A las tardes salimos a un chiringuito muy guapo, el Lagoonies, con muy buen rollo, con conexión wifi muy buena, donde se junta toda la gente de los barcos de alrededor. Tiene precios muy razonables 2$ la cerveza, y de 5 a 6 h Happy Hour, solo por 1 $.
3 de marzo de 2010
Todos conocemos la teoría sobre el fondeo pero solo te conviertes en un verdadero amo de los fondeaderos después de haber fondeado cientos o miles de veces.
Vamos aprendiendo y mejorando sobre la marcha. El otro día después de un pequeño percance que tuvo el Bahía tuvimos la Lesson 1: ¡ojo! cuando hay barcos cogidos a una boya y otros que han tirado el ancla hay que tener una precaución especial, ya que te puede parecer que la distancia de borneo es suficiente pero como role el viento la cosa cambia. Lesson 2: Ya lo decía Julito: “siempre hay que tirar 50 m de cadena y el día que no lo hagas te acordarás de lo que te he dicho”. Pues sí, mi querido chacho, me acordé mucho de ti la otra noche. Son las 5 de la mañana. Jose me despierta, hay que recoger los toldos, ha subido el viento. En un minuto estamos en la cubierta y en otro minuto recogemos los toldos. El anemómetro marca 25 nudos de viento. De repente miro hacia atrás. ¡Jose! ¡Ese barco está garreando, se nos viene encima…! Está muy cerca y parece que no deje de avanzar hacia nosotros. Jose observa la situación. ¡Coñ*! ¡Somos nosotros los que estamos garreando! ¡Mierd*! Arrancamos motor y damos un bocinazo para advertir a un precioso Amel al que estábamos a punto de comernos. Ponemos defensas y ellos salen a cubierta muy rápidamente y hacen lo mismo. Con el motor ya controlamos la situación, nos separamos y a posteriori recogemos cadena y volvemos a fondear. No es por nada, pero tengo que decir que lo hicimos de p*ta madre y no perdimos los nervios. Habíamos echado 25 metros de cadena en 2,4 metros de fondo; además, el Anchor budy. El problema es que el fondo no es de arena y tampoco puedes meterte a mirar el ancla ya que el agua es un vertedero. Permanecemos en la cubierta hasta que amanece para vigilar el comportamiento de nuestro barquito. El suceso nos sirve de excusa para entablar conversación al día siguiente con los neozelandeses del Amel, que resultan ser muy agradables.
6 de marzo de 2010
Hacemos 2 millas con el dinghy a Marigot, la parte francesa. Comprobamos con el GPS que la velocidad máxima que obtenemos es 5’6 nudos, nos hace falta un poco más de tralla; si vamos de punta a punta tenemos casi 4 millas, es un paseíto. La parte gala de la isla está mucho más cuidada que la holandesa. Hay boutiques muy elegantes y caras. Intentamos cargar botellas de camping gas pero se les han terminado y en el lado holandés no se encuentran.
Abren el puente a las 16.30h. Una hora y media antes recogemos fondeo para ir a la gasolinera a cargar gasoil y agua. Puummm! ¿Qué pasa? Hemos tocado fondo… Vaya semanita que llevamos… Intentamos salir con acelerones de motor pero no hay manera. Hay que tumbar el barco de un lado, dice Jose. Ok, capto el mensaje y me pongo en la proa a capturar alguna presa. Le pido a un hombre que va solo en su zodiac si nos puede ayudar. Acude muy amable y le paso la driza de la mayor para que tire de un costado. Dos auxiliares más se acercan al ver que estamos en apuros para empujar por la popa. No, nada. De golpe veo una flamante auxiliar que sé que es de un megayate y los llamo. El superchico acompañado de una superchica no muestra una cara muy colaboradora pero se acerca a la otra auxiliar y le releva. Los 9.9 Cv se reemplazan por 255 Cv, casi nada (yesoquesoloeslaauxiliar). El barco empieza a escorar cada vez más. Me tengo que agarrar. Sí, sé que no debo preguntarlo y sé cuál es la respuesta pero no puedo… “Jose, ¿el barco no puede volcar, no?” Negativo, me indica con la cabeza. Ya está… LIBRES. Agradecemos con efusividad a todos los que nos han echado una mano. Los de nuestra galaxia parecen sentirse bien por haber colaborado; los superchicos desprenden una actitud como si sintieran que han hecho una obra de caridad; qué más da, allá ellos lo que puedan creerse por ir subidos en una superauxiliar o un superyate, lo importante es que nos han solucionado el problema y les estamos agradecidos. El capi descarta un nuevo intento de ir a la gasolinera ya que no vemos claro el paso; ya cargaremos en nuestro próximo destino.
En cuanto salimos del Lagoon nos dirigimos a Philipsburg, que está a solo 4 millas. Hay decenas de barcos fondeados en la bahía y otros muchos, los más malillos, que no paran de entrar. Todos forman parte de la Heineken Race, una regata en la que participan más de 300 barcos. Se ven barcos de mucho nivel y otros más normales. Bajamos a tierra en cuanto anochece ya que promete diversión. El paseo marítimo está repleto de gente, varios escenarios con música en directo, muchos chiringuitos de venta de bebida (sobretodo cerveza Heineken) y comida… En fin, que tenemos marcha.
Hoy tenemos viento del sur y nos entra todo el mar. A las 8 de la mañana los barcos de la regata empiezan a marcharse y nos quedamos solo unos pocos. A medida que va transcurriendo el día cada vez hay más mar. Vaya día nos espera. Lo sabíamos pero al día siguiente entra norte y si damos la vuelta a la isla para estar más protegidos tendremos el mismo problema en cuanto cambie la dirección del viento. Como hay mucho sitio largamos mucha cadena para estar tranquilos y nos disponemos a bajar a tierra. Comprobamos después de varios intentos que es imposible bajar al dinghy y si lo consiguiéramos no estamos seguros de después poder subir. Así que vemos la vida pasar desde la bañera durante todo el día. Un hombre baja de un barco francés que va con tres niños a su auxiliar como un señorito (manda huevos, comentamos); el truco es bajar por el lateral cuando hay mucho movimiento, lo que pasa es que nosotros tal y como lo tenemos montado con la red es un poco más complicado pero habrá que inventar algo. ¡Qué rollo de día! Voy aguantando como puedo el día tras tanto movimiento, mi estómago lo está empezando a notar. En cambio, a los tres chavalillos del barco vecino se los ve como si nada y es que seguro que han nacido con las velas izadas. A la noche rola y el domingo amanecemos con un mar mucho más calmo y podemos pisar tierra. Philipsburg es la capital de la parte holandesa y hay un sinfín de tiendas de electrónica, joyerías y de venta de alcohol. Es escala de los barcos de crucero y hoy hay cuatro amarrados, lo que supone miles de personas que están tan solo un día comprando compulsivamente en su corta estancia. Es duty free y hay productos que sin duda valen la pena. Es un buen lugar para cargar el barco de víveres, hay mucha variedad y junto con el supermercado del Lagoon, son los mejores precios que hemos visto hasta ahora.
Alargamos nuestra estancia en la capital esperando una ventana para cruzar a las Vírgenes ya que tenemos días nublados, lluviosos y ventosos.
24 de marzo de 2010
Nos vamos a Spanish Town, en Virgin Gorda, para hacer la salida en inmigración. Viento de proa para variar con máximo de 25 Kn. Hasta ahora en todos los sitios la salida debe hacerse un máximo de 24 horas antes. La haces el día anterior y a primera hora de la mañana te largas. Aquí no. Solo puede ser 12 horas antes. Muy bien pensado. Cierran a las 15:30, o sea que es imposible poder hacerlo bien y salir por la mañana. Así son los ingleses. Tenemos que volver más tarde y cambiar nuestros planes. El policía nos advierte que si no hacemos la salida la multa es de 5000$. Guau! Nos queda claro. Además leemos que si te amarras a una boya y no vas a pagar, la penalización es de 500$. Cambiamos de planes y decidimos subir a la isla de Anegada para poder ganar un poco de ángulo ya que si no tendremos el viento totalmente de cara. Partimos al mediodía y todavía es de noche y no hemos salvado la isla, ya que es larga y se prolonga la distancia a dejar por la cantidad de arrecifes que hay. Navegamos toda la noche. Hay bastante tráfico de barcos. Podemos ir a vela a un 40º, lo máximo que nos permite el barco, ya que no ciñe demasiado (con el génova ganaríamos algo). Hace una noche agradable, entre 15 y 20 nudos de viento aparente, una luna bonita y muchas estrellas. De golpe, la luna se esconde y la siguen las estrellas. Vemos una serie de nubarrones por delante. Recomiendan evitar viajar de noche siempre que sea posible ya que puede venir alguna tormentilla que trae rachas fuertes de viento que se ve claramente de día pero no con la oscuridad. El capi da las instrucciones de qué hacer si viene una de esas: “Yo abro la mayor y recojo parte de yankie, tú te pones a la rueda y damos la vuelta”. Nos vamos adentrando en los nubarrones esperando a ver qué va a pasar, pero las atravesamos como si nada. Falsa alarma. Las últimas 40 millas las tenemos que hacer a motor. Había una previsión de que rolase el viento pero no se ha cumplido. Se hace pesado. Hacemos en 22 horas lo que a la ida hicimos en 12. Es lo que hay.
30 de marzo de 2010
Llegamos a St Martin, lo bueno de volver a lugares donde ya has estado es que te sientes como en casa. Esta vez nos quedamos fondeados fuera, en Simpson Bay, entrar en el Lagoon supone pagar 30$ y además allí no te puedes bañar.
En una de nuestras idas y venidas con el dinghy, cómo se va la gasolina aquí, conocemos a unos franceses que llevan tiempo navegando. De entre lo que charlamos hay dos cosas interesantes a destacar. Nos dicen que Trinidad no es un lugar tan barato para comprar acastillaje y sale mejor aquí que está exento de tasas. A veces te haces una idea y crees que cuando llegues allí vas a encontrar todo a precios fenomenales y nos dice que no, que el mejor lugar para hacer compras es St. Martin. Otra información que nos dan muy interesante es cómo obtener un visado rápido y barato para ir a Estados Unidos. Qué pena no haberlo sabido antes; nos hubiera encantado ir a Puerto Rico. Hay que tramitar un visado por Internet . En menos de 24 horas, ir a Tórtola, coger un ferry (sale por 45$) a St John (Vírgenes Americanas) y allí te sellan el pasaporte y ya obtienes un permiso para navegar en territorio americano por tres meses.
Otro día, excursión a Francia para comprar camping gas, 21 € la carga. Es carísimo. Cada vez tenemos más claro en buscar una alternativa con el gas. Lo estamos estudiando. Hay unas botellas de fibra que no pesan nada y cabe cuatro veces más que en las botellas azules y cargarlas cuesta una tercera parte. Aquí valen unos 160 $. Es la inversión de comprarla.
Otro día, excursión al supermercado. Nos han dicho que hay un supermarket, el más barato de la isla, que es enorme. Tomamos un autobús, que es una furgonetilla - curioso viaje- y pasamos la tarde, porque comprar, compramos poco. Los precios no son tan buenos y está mucho mejor el supermercado de Philipsburg que ya conocemos. Además pocos bultos podemos llevar en el "bus" donde vamos todos apelotonados.
Aprovechamos nuestro paso en la isla duty free para comprar un nuevo fueraborda. El Tohatsu 9.8 Cv que veníamos buscando no ha llegado y tardará un par de semanas todavía. No podemos esperar, así que cambiamos por un Yamaha 15 Cv. Jose está como un niño con juguete nuevo y disfruta un montón con él. Qué velocidad que pillamos. Hemos puesto un alargo para la caña, nos ponemos los dos en la proa y la Caribe empieza a planear. Yo me tengo que ir acostumbrando a las nuevas velocidades, la verdad es que impresiona. Estamos muy contentos con el nuevo motor.
24 de febrero de 2010
No siempre las cosas salen según lo previsto.
Al día siguiente a las 6:30 de la mañana ya estamos saliendo para dirigirnos a Nevis. 70 millas por delante, así que habrá que ir rápido para que no se nos haga de noche. Aquí anochece a las seis. Salimos con una previsión de 15 nudos de viento que tendremos por popa pero Eolo hoy no tiene ganas de visitarnos y no nos queda más remedio que hacer toda la travesía a motor menos las últimas cuatro horas.
Dejamos a nuestro estribor la isla de Montserrat. Un gran volcán ocupa la mayor parte del territorio, que ha tenido varias erupciones en los últimos años, en una de ellas destruyó la capital; se pueden apreciar los restos destruidos desde el mar. Es impresionante. La navegación hay que hacerla a una distancia mínima de 2 millas de tierra en todo el área volcánica.
Llegamos justo antes de que anochezca a Nevis. Nevis junto con St.Kitts es un estado independiente. La única ciudad de Nevis es Charlestown que es donde se encuentra el fondeadero. Nos amarramos a una boya y allí pasamos la noche con un meneo horroroso. Es un fondeadero protegido para los vientos del este, que es lo habitual, pero hoy sopla del suroeste, así que está a mar abierto y vaya noche que hemos tenido. A la mañanita tempranito nos vamos por varios motivos. Primero, para no hacer la entrada al país; segundo, para no pagar por la boya; tercero, porque continúa el movimiento y no nos apetece nada quedarno; cuarto, tampoco parece tener ningún atractivo demasiado interesante y último porque hay que pagar por entar al país, no es mucho pero…
Nos separamos del Bahía ya que ellos se dirigen a St. Martins y nosotros nos vamos a St. Eustatius, que pertenece a Holanda. Allí hemos quedado con un holandés con el que hemos contactado a través del pactor para conocernos. Unas cuatro horas y estamos allí. Solo hay un fondeadero señalizado y como los vientos estos días no soplan en la dirección habitual está totalemente desprotegido, entra mucho mar y además hay bastante viento. Damos la vuelta a la isla, que no es muy grande, salvando un montón de obstáculos: un gran tanque de petróleo, numerosos cargueros amarrados, mangueras de petróleo flotando… en fin, un palo; para colmo, el viento ha subido. Nos dirigimos al otro lado de la isla para ver si encontramos un fondedero seguro pero no lo vemos claro y decidimos ir hasta la próxima isla más cercana St. Barts a unas 25 millas. Nos da pena porque George nos esperaba y nos quería mostrar la isla. A la bajada ya hemos quedado que pasaremos.
Navegamos a orejas de burro (de borriquillo, como le llamamos nosotros porque vamos con la triqnueta atangonada) y vamos a una media de 7 nudos así que podremos llegar antes de que anochezca si el viento sigue establecido. Vamos entrenando la maniobra del tangón los dos solillos y aunque se va mejorando yo a veces me “atabalo” un poco; tengo que controlar el cabo del enrollador, la contra del tangón y la escota; tres cabos y solo tengo dos manos. Uf!!!!
Llegamos a St Barts a la bahía de Gustavia. Está llenísima de barcos, sopla y tenemos todo el mar que entra. Lo dicho, que casi siempre hay vientos del este pero hoy, no. Conseguimos un hueco para tirar el ancla y nos quedamos en un sitio bueno pero vaya meneo. “Ni en el Atlántico se movía así el barco” dice Jose. Vaya nochecita nos espera, pero cae un chubasquillo que parece que calme un poco al mar y todo se queda un poco más tranquilo. Contentos de estar “amarrados” después de un día que ha resultado un poco pesado.
26 de febrero de 2010
Amanece ya todo calmo de nuevo y enseguida pasa una barquita de la autoridad portuaria y nos pregunta si hemos hecho la entrada. Enseguida nos vamos al pueblo con el dinghy y hacemos lo reglamentario. Por estar fondeados en la bahía del puerto tenemos que pagar 10 € /día por nuestra eslora.
St. Barts pertenece a Francia pero casi se escucha más inglés que el idioma de Flaubert. Está lleno de americanos y aquí hay muuucha pasta. En las tiendas se puede pagar en euros o dólares, según preferencia. Lo más lujoso que hemos visto hasta ahora. Parece que a medida que vamos subiendo de latitud el nivel de vida también va al alza. Muchos restaurantes lujosos, tiendas de marcas, yates de superlujo, inmobiliarias con casas de sueño… Pero hay lugar para todos; el Caps, contento, en unas aguas turquesas preciosas y barcos de todo tipo.