POLINESIA FRANCESA

ARCHIPIÉLAGO DE TUAMOTU

 

 

Navegación de Marquesas a Tuamotu

19 de febrero de 2012

 

Nos volvemos a aventurar en el océano más grande del mundo. Tenemos unas 500 millas por delante a una isla que todavía no sabemos cuál. A las pocas horas de navegar a vela tras partir de Nuku Hiva (Marquesas) el viento cae por completo y vendrán más de treinta horas seguidas de motor. El segundo día llueve y vuelve a llover. A la noche llega el viento sin avisar, 25 nudos repentinos que nos llevan a tomar el segundo rizo. Mientras “motoreábamos” ganamos todo el este que pudimos y en ese momento decidimos ir al atolón de Fakarava que es uno de los más bonitos –declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO-  pero con el viento más fuerte descartamos esa posibilidad  ya que íbamos a tener que ceñir a rabiar y no nos apetece esta dura navegación.

 

El viento se mantiene entre 20 y 25 nudos el tercer día y a la noche amaina y nos deja descansar plácidamente. Las guardias se hacen más duras ahora de a dos; nos habíamos acostumbrado a compartirlas con Toni y era un placer. El último día los vientos se mantienen en 15 nudos pero a la noche vuelven a subir, así que tenemos que ralentizar la marcha para llegar de día, quitando génova y posteriormente bajando la mayor al quedar protegidos del mar por la isla de Manihi. Finalmente tomamos la decisión de ir a Ahe. Resulta imposible estimar la ETA (hora de llegada) 500 millas previas; a los atolones hay que llegar a una hora concreta y como todos son bonitos la mejor opción es arribar a aquel que mejor se amolde al horario de llegada.

 

Decidimos que queremos variar la dieta del pollo por la de pescado. El mar nos regala un hermoso atún de 10 kilos el último día; el túnido ni tiempo nos da a tirar la caña, solo tocar el anzuelo al agua el hilo empezó a tirar.

 

Tuvimos bastante mar y poco viento los primeros días, que es la peor combinación. Una salpicadura de una ola llegó con fuerza y me empapó por completo estando en la bañera, lo cual no había pasado nunca hasta ahora. Vimos un pesquero y dejamos atrás un velero. Sin más incidencias llegamos a Ahe cuando el sol empezaba a despertar.

 

 


Ahe

23 de junio de 2012


Nuestro primer atolón. Un atolón es un anillo formado por pequeñas isletas que llaman motus rodeadas de coral. La teoría de su formación, según Darwin, se basa en que una vez hubo un volcán rodeado de una barrera de coral; el núcleo del volcán se sumergió dentro del lago quedando las islas coralinas que llaman atolones. La teoría de Darwin queda bien ilustrada en la isla de Bora Bora donde el volcán aún permanece pero se va hundiendo un centímetro cada siglo y terminará despareciendo en unos millones de años. 

 

La mayoría de atolones tienen una sola entrada al interior o a lo sumo dos. Pero no todas son suficientemente profundas o anchas para poder adentrarse con un velero.  Para acceder al lago solo puede hacerse por este paso que se caracteriza por tener fuertes corrientes que pueden llegar a alcanzar los ocho nudos. Por ello, la entrada o salida no puede realizarse a cualquier hora sino que hay que tener en cuenta las mareas. Para entrar, el mejor momento es a partir de la marea mínima donde la corriente es casi nula teniendo un margen de dos o tres horas donde tienes una corriente a favor que te empuja en el sentido positivo.

 

Durante los días previos en las Islas Marquesas la conversación usual con otros barcos era qué atolones íbamos a visitar y qué sistema utiliza cada uno para conocer las horas de las mareas: unos utilizan el almanaque náutico aplicando fórmulas; el programa más popular usado para saber las mareas es el WXTide32 pero es un poco confuso. Nosotros elegimos la forma que nos pareció más sencilla. El instituto americano de la NOAA publica on line las horas de marea mínima y máxima diarias de todo el año para la isla de Rangiroa. Leímos en algún lugar que la diferencia de horario con la isla de Hao era de 1h 18’ antes respecto a la marea mínima de Rangiroa y por tanto había que hacer un calculo aproximativo restando tiempo para las islas de más al este.

 

Cada día va varaiando como una hora o más la hora exacta de la marea mínima. Hoy 19 de junio la NOAA da que a las 10:30 h. es el momento del más bajo nivel de agua o slack. Esperamos toda la mañana en las afueras del atolón a que llegue esta hora. Desayunamos y llega un chubasco de 30 nudos que evita que nos aburramos. Nos preocupa que a la hora en cuestión el cielo no esté despejado ya que es fundamental entrar con nitidez.

 

Ahe no está demasiado lejos de Rangiroa, por lo que estimamos que no variará mucho el slack de un atolón a otro. Estamos tranquilos pero impacientes, es un momento mágico entrar en el primer atolón. Hemos leído bastante al respecto y a veces puede resultar un poco asustadizo aproximarse a la entrada si no se hace en el momento adecuado. En algunos atolones la corriente en la entrada puede llegar a alcanzar los 8 nudos y con olas y viento en contra se pueden crear turbulencias importantes.

 

Una hora antes del slack empezamos a hacer pruebas. Observamos con los binoculares si se aprecian fuertes remolinos en el paso. El capi a la rueda se va acercando a la entrada para ver cómo reacciona el barco y valorar la corriente en contra que tenemos. La corriente negativa es de unos dos nudos y medio. Se podría haber entrado pero vamos a esperar. Media hora después volvemos a hacer otro simulacro de entrada y la corriente ya ha descendido bastante. Previamente hemos hecho un general request a los barcos fondeados en el interior por el canal 16 para ver si tienen alguna sugerencia para la entrada. Preferimos asegurarnos que los datos que tenemos son correctos. Un barco nos confirma la hora de marea mínima y nos explica que las cartas del Cmap son bastante correctas. Thank you so much for the information.  

 

A las 10:30h en punto ponemos proa al interior del atolón y cruzamos el Passe Tiareroa hasta el lago, tranquilamente y sin alteraciones, con el ordenador en la cubierta para poder ir comprobando las cartas del programa Open Cpn. La entrada tiene 200 metros de ancho pero la zona de navegación se reduce a una cuarta parte aproximadamente ya que hay bajos a ambos lados de la entrada. Prueba superada.

 

 

La isla tiene 13 millas de largo por 5 de ancho. Una vez entramos en el lagoon hay que navegar hasta el único fondeadero que se encuentra frente al pueblo de Tenukupara, en el suroeste. Los vientos predominantes en Tuamotu son del SE o ESE y es importante encontrar un anclaje bien protegido a esta dirección ya que si no puede crearse un mar incómodo debido a las dimensiones del lagoon.

 

Tenemos bastante viento, 20 nudos, pero vamos bien, aunque hubiéramos preferido tener un recibimiento más calmo. La navegación desde la entrada al fondeadero son unas 6 ó 8 millas que hay que hacerla despacio y con mucha precaución. Hay varios bajos que están bien señalizados por balizas verdes y rojas según el lado por el que hay que pasarlas y hay cientos de boyas pequeñas donde están las plantaciones de perlas negras a las que hay que ir atento. Seguimos las cartas de Cmap que vienen bien indicadas y al detalle. Avanzando con el sol en la espalda los bajos se ven perfectamente porque muchos están a flor de agua a esta hora del día. Muchas patatas de coral se ven en el fondo e impresionan bastante, el agua es muy transparente y a veces parecen estar a menos profundidad.

 

Pensábamos que no íbamos a encontrar muchos barcos aquí ya que es una isla pequeña y no de las más populares, pero siempre hay veleros allí donde llegas.  Hay dos núcleos de fondeo bien cercanos con un total de diez veleros anclados. Fijamos el barco a 10 metros de profundidad con un fondo de arena y cabezas de corales. El otro grupo de barcos se encuentra dentro de las balizas de entrada a un muelle para los buques grandes.

 

El escenario es precioso y nos recuerda mucho a San Blas. Atrás quedaron las tierras volcánicas de Marquesas, verdes y con sus grandes montañas. Volvemos a las aguas azules turquesas, a las palmeras y las arenas blancas con restos de coral en sus orillas. 

 

El día siguiente a nuestra llegada tras descansar y ordenar el barco bajamos a tierra. El motor fueraborda principal ha querido funcionar. Se había bloqueado y en todas las Marquesas tuvimos que usar el segundo motor. Aquí las distancias son más largas y vamos a necesitar más potencia, así que Jose se pone manos a la obra para desbloquearlo siguiendo las indicaciones que nos dio Toni a través de su mecánico.

 

Se nota que seguimos estando en la France y el pueblito de menos de 200 habitantes sorprende por su buen mantenimiento. Las calles principales están asfaltadas, las casas son sencillas pero armoniosas y conservan sus jardines arreglados. Todas tienen placas solares y un gran depósito de recogida de aguas pluviales. Hay dos pequeños magasin con poca variedad y dos snacks donde se puede comer un steak avec frites por 10$. Tanto decir que todo es tan caro... nos resultó mucho más costoso el Caribe del Este. No hay boulangerie pero algunas casas particulares venden unas rosquillas de pan o pan con coco. Basta con preguntar a alguien por la calle y te acompaña por todo el pueblo llevándote a les maison donde lo hacen.

 

Algún coche hay en el pueblo pero las distancias a recorrer son mínimas, por eso el vehículo principal de locomoción es un triciclo con un gran cesto atrás.

 

La gente sigue siendo amable al igual que en las islas de donde procedemos y todos nos saludan. Aquí se habla junto al francés otra lengua propia de las Tuamotu, cada archipiélago de la Polinesia Francesa tiene su propia lengua. El francés -muy poco afrancesado- se hace sencillo de entender y nos permite mantener pequeñas conversaciones con el vocabulario que vamos ampliando día a día, hablando un poco en infinitivo e inventando muchas palabras, pero nos hacemos comprender. Cada día aprendemos algo nuevo y es una satisfacción muy grande ir incorporando nuevo léxico.

 

Hasta 1998 no había aeropuerto en la isla y tenían que volar a Manihi y luego llegar por mar hasta Ahe.  El aeropuerto se encuentra al noreste de la isla y solo hay acceso a él con lancha cruzando el lagoon. El tiquet a Tahiti sale 400$ ida y vuelta.

 

Ahe junto a Manihi son pioneros en el cultivo de perlas negras que junto con la copra (el coco presado para obtener aceite con el que se hacen velas, cosméticos y jabones) son las dos actividades principales de supervivencia. Casi todas las familias tienen granjas de perlas. Se reparten las áreas en el lagoon donde sitúan las boyas. Al menos dos años tienen que estar las perlas dentro de las ostras para obtener una buena calidad. Después las recogen y las llevan a las pequeñas cabañas donde las abren y las clasifican. Hay tres categorías: primera, segunda y tercera; depende del tamaño, perfección, color y brillo.

 

Freda es el travestido, o mahu, más popular en Ahe. Se pasea todo el día por el pueblito con su triciclo y su maletita de perlas en el baúl. Nos muestra lo que tiene y queda en pasar al día siguiente al barco para hacer un intercambio. Tras un buen rato de preguntas para aprender a diferenciar los buenos ejemplares empiezan las negociaciones. Finalmente intercambiamos varias perlas, seis de buena calidad y un buen montón de las más irregulares para poder acumular en un potecito de cristal a modo de recuerdo por una botella de pastís, dos de ron, una de whisky, el viejo estéreo de coche Panasonic y pequeños enseres que compramos en Panamá: mecheros gigantes, gomas para el pelo, pintauñas, ropa de bebé... Nunca sabemos si el cambio que hacemos está siendo bueno o malo pero al ir hablando después con otros barcos creo que no somos malos comerciantes. Al día siguiente Freda nos muestra las plantaciones de perlas de su familia. Vive al lado de donde tuvo la casa el mítico navegante francés Moitissier, que eligió Ahe como lugar para pasar varios años de su vida. 

 

En Tuamotu no es sencillo conseguir agua ya que es escasa y cada vivienda tiene su propio sistema de recogida. Por eso, aprovechando que los chubascos son frecuentes procuramos captar el máximo de agua de las precipitaciones para nuestros depósitos.

 

Al día siguiente llega el gran buque cargado de víveres frescos y nos encanta ir a descubrir qué hay en las pequeñas tiendas. Lo fresco se termina rápido y hay que volar; aquí salen un poco más caro de lo que veníamos pagando.

 

Trabamos amistad con Miro, un médico polaco que habíamos ido encontrándonos en varias islas marquesianas que viaja con Spencer, un joven tripulante americano que ha embarcado hace poco. Nos sentimos a gusto juntos y nos dice que los españoles somos muy parecidos a los polacos en cuanto a hospitalidad y forma de vida. Jose sale a pescar con ellos y en una, regresan con un pulpo hermosote que preparamos a la gallega, para chuparse los dedos…

 

Nos ha gustado parar en este pequeño atolón ya que el único turismo que recibe es el de algunos veleros y se mantiene auténtico y fiel.

 

 

 

 

 Rangiroa

    29 de junio de 2012

 
Setenta y seis atolones componen el archipiélago de las Tuamotu. Para verlos todos haría falta una eternidad, así que lo que suelen hacer la mayoría de navegantes es elegir un par de ellos para hacerse una idea. Dicen que una vez vistos unos pocos todos se parecen, pero claro, ya sabemos que cada lugar es único y distinto cuando lo puedes vivir con más intensidad. 


Paramos primero en Ahe un atolón pequeño y auténtico y ahora vamos a descubrir Rangiroa -grande y turístico- donde estimamos pasar un par de semanas,  tiene muchos fondeaderos y puntos que visitar. Podríamos estar menos tiempo aquí e ir a alguna isla más pero tampoco nos apetece ir rápido “de oca a oca y tiro porque me toca”.


Es difícil elegir qué atolones visitar cuando no tienes mucha información de cada uno de ellos ya que las guías se entretienen en explicar los pasos dejando otra información al margen. Así que lo que solemos hacer casi todos es visitar los de más al oeste por estar en el camino a Islas Sociedad y evitas tener que hacer una ceñida extraordinaria. Los barcos que pasan una temporada completa en el Pacífico son los que mejor conocen las Tuamotu porque pueden entretenerse mucho más tiempo en estas latitudes. 


Los amigos del LightSpeed –que llegan a Tuamotu por segunda vez- dicen que su atolón preferido es Fakarava por sus fondos marinos impresionantes. Los más turísticos y preparados: RangiroaManihi, Apataki y Fakarava.  En Apataki se puede sacar el barco fuera del agua y los amigos del Bamoboleiro lo hicieron por un precio aceptable. Creo que algo así como 450$ para un barco de nuestra eslora incluyendo subida y bajada con travel lift, dos días de estancia en dique seco y máquina a presión. Mururoa es famoso por las pruebas nucleares que hicieron los franceses. ¿Los más bonitos? Cada persona tiene su preferido, cuestión de gustos...

Travesía de Ahe a Rangiroa y entrada al atolón

Empezamos a levar ancla a las 12 del mediodía ya que el slack para hoy es a la 13.30h y hay que llegar un poco antes de que inicie la corriente entrante. Las Tuamotu son bastante más ventosas que las Marquesas y los chubascos son usuales. Nos cae uno mientras navegamos dentro del lagoon que por supuesto nos disminuye la visibilidad notablemente pero, como tenemos la traza marcada en el plotter, la vamos siguiendo al pie de la letra.


Salimos cuatro barcos juntos: El Hero, noruegos que viajan con dos pequeños de tres y cinco años; el Victoria, alemanes con otros dos chiquitines de edades similares y el Aspasia, otra pareja de Alemania. Nos mantenemos en contacto por radio durante la travesía, sobretodo con el Hero, que son a los que más conocemos. 


Sacamos solo un trozo de génova ya que tenemos 72 millas para hacer en 20 horas y como ya sabemos como van estas cosas, vamos a tener que estar parando la marcha toda la noche. Los otros barcos han decidido navegar de la misma manera y todos génova al viento enfilamos al mismo rumbo. 


La travesía resulta mucho más ventosa de lo que las predicciones daban. Navegamos prácticamente todo el tiempo con una media de 25 nudos y llega a aumentar hasta 38. Vamos reduciendo vela cada vez más para conseguir llegar con luz hasta dejar una puntita que da un poco de estabilidad al barco y al final sacamos todo el trapo por completo. El mar se va formando cada vez más. Para colmo, lluvia toda la noche acompañada por truenos y relámpagos que hacen que hoy navegar no sea precisamente un placer para ninguno. 


Como vamos varios barcos a la vista debemos ir bien atentos. El capi, abajo controlando el radar para intentar esquivar los chubascos –lo que resulta casi imposible porque la pantalla es una mancha negra enorme- y yo, arriba acurrucada debajo del antirrociones para mojarme lo mínimo voy controlando las luces de los otros barcos. No podemos descansar apenas durante la noche pero ya habrá tiempo cuando lleguemos.  


Lo que más nos preocupa en realidad es la llegada y entrada al atolón, que con estas condiciones puede ser complicada. La hora de mínima marea la da para las dos de la tarde y eso supone que tendríamos que estar dando vueltas afuera unas 8 horas con un mar del carajo, viento y lluvia; la entrada no queda protegida y estaríamos a mar abierto. Si a esa hora fuera imposible entrar por el estado de la mar habría que seguir navegando hasta Tahití que son 190 millas más. La incertidumbre es un tanto agotadora. La opción que tenemos es aproximarnos al paso a la hora de llegada y analizar las condiciones para tomar una decisión. Lo datos que manejamos del NOAA nos dan las 7:45 como hora de máxima marea. La hora óptima para entrar es con la marea mínima y no tenemos experiencia en saber cómo va a ser si entramos un ratito antes de la marea máxima. La corriente va a ser a nuestro favor pero quizás sea demasiado fuerte y entre esta y el estado de la mar el barco pueda resultar inmanejable.  


Rangiroa tiene dos entradas muy cercanas: una más estrecha y la otra con una bocana más ancha para grandes barcos y mejor señalizada. El inconveniente de la segunda es que está más abierta a los vientos que tenemos y por tanto al oleaje y en ella se forman corrientes más fuertes. Hay que decidir por donde vamos a intentar entrar. La visibilidad es bastante mala porque son solo las 7:15 de la mañana en un día más que gris y lluvioso, así que charlando con los demás barcos decidimos que vamos a intentarlo por el Passe Tiputa que es más ancho y está bien balizado. 


Querríamos haber pasado detrás de alguno de los otros, pero hemos llegado los primeros y los demás aún están a cuatro o cinco millas atrás. No podemos frenar más la marcha porque vamos a palo seco. Nos vamos aproximando a Tiputa y la verdad es que impresiona bastante porque no hay claridad alguna y el mar es más que importante, lo llevamos de popa pero como tengamos que dar la vuelta y tomarlo de proa va a ser otro cantar. El capi a la rueda avanza y yo suspiro en silencio mostrando calma y serenidad. –Vamos a entrar- dice el capitán. Y motor a tope empezamos a adentrarnos…………………………………………….. Hay dos balizas blancas que hay que enfilar, hay arrecifes a ambos lados pero el paso es suficientemente ancho. Más adelante hay que dejar una señal verde a estribor que marcan unos bajos que hay a continuación del motu y después virar a la derecha donde ya se ven los veleros anclados.  Las cartas del Cmap tienen un gran error aquí y nos dan encima de tierra, solo navegamos a la vista. Unos pocos minutos y estamos en el lagoon. 


No nos vayamos a pensar que aquí dentro de repente aparece la calma ya que hay 35 nudos de viento, acaba de incrementar, y esto es un gran mar interior. Pero aún así estamos aliviados y contentos. Yo grito varios urras por mi capi, de la que me siento más que orgullosa por lo bien que lo ha hecho y enseguida cojo la radio para informar a los compañeros que aún están afuera de que hemos entrado y que puede hacerse. Estamos pendientes del resto de barcos y a medida que van entrando también nos llenamos de satisfacción. Esos chiquitines que van ahí dentro… nos hacen padecer un poco. El Victoria informa de que está entrando pero va a volver a salir, justo hay una racha fuerte de viento y no lo ven claro, acaba de perder las aspas de su generador eólico que han salido volando.  Al rato los vemos aparecer ya dentro… ¡Qué alegría!


Es muy temprano pero en el fondeadero todos están en cubierta controlando que el barco no garree, parece que la misma suerte que hemos tenido durante la noche la han tenido ellos. Largamos el hierro sin vacilaciones – no hay lugar para ellas- y quedamos bien fondeados, permaneciendo en la rueda con una punta de motor hasta que esto se calme un poco.  El mediodía ha quedado tranquilo y de repente todo cobra una visión muy distinta y es que así es el mar, puede ofrecer caras tan distintas...

 

 

Rangiroa

Es el atolón más grande de las Tuamotu y el segundo del mundo. El lago es un inmenso mar interior de 45 millas de largo por 18 de ancho. También es uno de los más conocidos, por su cercanía con Tahití –solo a una hora en avión- es de los que más turismo recibe. 


El fondeo principal se encuentra cerca del paso de Tiputa, frente al lujoso hotel Kia Ora Village que concuerda con las típicas postales de la Polinesia. Las cabañas entran en el agua turquesa. Sus precios: desde 700$ hasta 1200$ al día. 


En los alrededores se encuentran varios centros de buceo. Desembarcamos en Top Diving que tiene su propio embarcadero donde atamos el dinghy. Curioseamos los precios de las inmersiones: 80$ cada una, la mitad que en Galápagos.


Los dos pueblos del atolón Tiputa y Avatoru  se encuentran cada uno al lado del paso de su mismo nombre y distanciados uno del otro aproximadamente a 10 Kilómetros con el aeropuerto a mitad de camino. 


Avatoru es el núcleo principal y capital de la isla. Aquí se encuentra la Mairie, la gendarmerie, la post y algunos pequeños comercios. Empezamos a recorrer a pie la distancia hasta el centro, unos pocos kilómetros y finalmente un coche nos para tras hacer autostop. En general la gente aquí es menos atenta y han pasado varios coches vacíos que no han tenido la amabilidad de subirnos. Esto es lo que suele pasar cuando los lugares pasan a estar demasiado explotados. Hacemos el check in en la gendarmerie, compramos un poco de pollo y regresamos ya que la pareja que nos subió tiene la cortesía de esperarnos y volvernos a dejar frente a donde aparcamos el dinghy. 


Cerca del hotel hay una pequeña población con una tienda de comestibles. En Rangiroa todo es más caro y compramos algunos huevos por 0’75$ cada uno, los huevos de oro. Los alimentos subvencionados siguen teniendo el mismo costo. La verdura resulta carísima 8$ el kilo de tomate y 13$ el kilo de pimientos. La fruta es muy escasa y con precios astronómicos, hay que cargar bien en Marquesas. Ya nos avisaron y trajimos cantidad de pomelos, mangos y papayas. Aquí la gente es más amable que en la capital, que tiene unos 2.000 habitantes. Acudimos a la orilla a preguntar  a los locales si se pueden comer los parguitos que hemos cogido desde el barco con piel de pollo como cebo. Son excelentes, responden. Aquí no hay problema de ciguatera. De todas maneras no queremos abusar de comer pescado y no lo hacemos todos los días –aunque resulten muy fáciles de coger a ciertas horas desde cubierta. 


El pueblo de Tiputa queda al otro lado del paso por lo que hay que atravesarlo con el dinghy. No hay mucho más que algunas casas y algún comercio.


En mitad del paso hay un motu con boyas donde se puede atar el dinghy y hacer snorkel en un fondo marino espectacular, multitud de peces, mucha claridad y poca profundidad. Vimos morenas de hasta 2 metros de largo. Siempre hay que ir al menos dos personas porque en todas las Tuamotu es fácil encontrar tiburones, así que hay que tomar ciertas precauciones. 

 

Otro día Jose junto a colegas de otros barcos hace una inmersión en el paso con el centro de buceo Yaka plongee, fuera del arrecife. Bajan hasta 30 metros. Interesante.. aunque no tuvieron suerte para ver los tiburones. Los precios están en 75$ cada buceo, pero trayendo tu propio equipo queda por 60$.


Aquí no hay mucho más que hacer y los lugares más bonitos del atolón quedan al este y al oeste. Con Ulysses, el barco polaco que reencontramos nomás llegar, partimos juntos para el Lagon Bleu que queda al oeste. No tenemos cartas detalladas del interior del lagoon y él tiene las Navionix (que no traen todo al detalle pero si unos canales por donde circular). La navegación en el interior del lago se tiene que hacer con muchísima precaución, mucha atención y siempre alguien en la proa. Nos decía un neozelandés, que está terminando su vuelta al mundo, que cuando las profundidades no sobrepasan los 17 metros es cuando hay que extremar la precaución ya que puedes topar con una patata de coral. Cuando el día es claro y hay visibilidad se ven bien pero aún así impresiona bastante. El agua puede ser tan transparente que cuesta calcular cuantos metros hay debajo de la quilla. Además de tener que evitar los corales, hay que ir esquivando las pequeñas boyas de las granjas de perlas que están dispersas en varios puntos del lago. 


Tras recorrer 17 millas llegamos al Blue Lagoon. El fondeo está bastante abierto a todos los vientos menos al del oeste. Aprovechamos un día que el parte anuncia que va a soplar de esta dirección, lo que no suele ser usual. Solo pasamos una noche porque a la mañana siguiente enseguida empieza a entrar primero sur y más tarde sur-este y quedamos totalmente desprotegidos. Rápidamente se empieza a crear olita y el fondeo empieza a ser incómodo con las cabezadas que pega el barco. Dicen las guías que pueden llegar a crearse en las peores condiciones olas de hasta 2 metros de altura. 


Al levantar cadena hay que hacerlo con mucho cuidado y despacito ya que en el fondo nunca hay solo arena, siempre hay pequeñas o grandes cabezas de coral. Nuestro amigo polaco –un poco brutote- como tiene un molinete muy potente tiró y tiró hasta que se lo cargó y ahora no le funciona. Como el trabajo de subir el ancla de 30 kilos a mano y la cadena de 12mm es agotador, se ata con un cabo a una cabeza de coral. 


El Blue lagoon, también llamado Green lagoon, nombre más acertado por el color verdecino del agua, es un lugar realmente espectacular. Es una laguna rodeada de isletas llenas de palmeras que brillan de una manera especial y un agua transparente que alcanza poca profundidad. La arena es tan blanca que deslumbra con el reflejo del sol y multitud de mantas rayas del mismo color se confunden con el fondo. 


No se puede entrar al lago ni siquiera con el dinghy ya que en la entrada cubre muy poco y hay que fondear la auxiliar en las afueras. Apenas otro barco más hay fondeado y hasta aquí llegan pocos, así que es un paraíso aislado; salvo algunos días donde llegan excursiones con turistas. Este entorno contagia tranquilidad absoluta. Es una pena no poderse quedar más días, porque este lugar fuera de la Tierra, da para permanecer un largo tiempo. 

 


 

 

Tikehau

7 de julio de 2012

 

Archipiélago de las Tuamotu

Composición: Aguas cristalinas, corales impresionantes, variedad de peces sin límites, palmeras, arenas blancas y rincones de postal que consiguen conquistar al más difícil.

Indicaciones: Anestésico para el estrés, relajante para el disfrute de cualquiera, cautivador de personas que busquen un lugar único y paradisíaco.

Contraindicaciones: Aceleración del ritmo cardiaco, aumento de la presión arterial, generación de un estado de euforia.

Advertencia: Abstenerse enfermos del corazón o personas que presenten cualquier disfunción cardiaca; no acudir en caso de que presentar reacciones imprevisibles en una situación extrema. Si lo que usted desea es la relajación absoluta y ningún momento de incertidumbre quédese tranquilamente en su casa mirando la televisión, en ningún lugar estará tan bien como en su propio sofá.

 

Nos vamos a descubrir nuestro tercer atolón. A solo 40 millas de Rangiroa hay que salir por la mañana para llegar al mediodía, no hay otra. Así que no podemos esperar al slack y tendremos corriente a nuestro favor. Dos barcos salen por delante de nosotros a las 6 de la mañana pero aunque vemos que se mueven bastaaaaaaaaaante, salieron. Los llamamos por radio para ver si nos pueden proporcionar alguna información pero no hay respuesta. Subimos la mayor adentro para estabilizar el barco y directo al Passe Tiputa. Tenemos viento en contra y unas olas bastante grandes también en contra que con la corriente en sentido opuesto forman un meneíto que quita el hipo. Motor a tope y en mitad de las inmensas olas, no exagero, conseguimos salir. Cuando estamos libres de las turbulencias suspiramos. Esto es demasiado adrenalina... Son esas cosas que haces una vez y como te encuentras en la situación hay que seguir pero una vez sabido no quisiéramos repetir.


Llegamos a Tikehau con corriente entrante. No nos preocupa demasiado esta entrada porque hemos leído que las corrientes no son muy fuertes y la entrada está al oeste, por tanto protegida del mar. Aún así en el momento de acercamiento es siempre una incertidumbre pero está bien tranquila, sin problemas. Hay una enfilación que hay que seguir de dos columnas rojas y blancas a 127º verdaderos.

 

Inmediatamente pasado el Passe Tuheiava hay un fondeadero a babor donde hay otros dos barcos. Es muy bonito y el agua tiene un amalgama de azules muy intenso en función de la profundidad. Un pequeño pueblo donde viven diez familias hay en uno de los motus y nada más. 

 
Pasamos una noche y a la mañana siguiente nos desplazamos cerca del pueblo, en el sur, a unas 6 millas. El canal está bien señalizado pero hay que ir con cautela y mucha atención debido a la cantidad de bajos que se encuentran a ambos lados. Nuestras cartas de Cmap son correctas y todo coincide. 


Fondeamos enfrente de una playa preciosa cerca del pueblo de Tuheraera. Hay otro barco en cuanto llegamos pero al rato se marcha así que nos quedamos con todo para nosotros solitos. El viento viene del noroeste y entra un poco de mar lo que hace incómodo el fondeo pero a la tarde noche se calma para nuestra fortuna. 


Enseguida bajamos a la playa y cruzamos un hostal hasta llegar a la carreterita que lleva al pueblo. El aeropuerto queda ahí nomás y el paseo hasta al pueblo es entretenido. Todo está supercuidado, las casas son sencillas pero coquetas y los jardines, arregladitos.  Hay dos minitendas y una boulangerie donde hacen un pan riquísimo y unas pastitas de chocolate deliciosas, todo recién salido del horno.  Hay varios hotelitos de bungalows paralelos a la playa, pero son pequeños y discretos y no se ve apenas ningún turista por la calle.  La gente es supersimpática al estilo Marquesas


A la mañana siguiente recorremos unas dos millas para fondear enfrente del Pearl Beach Resort. Allí está el catamarán suizo Ivresse. El fondeo es muy bonito, pero el día está bastante nublado y las fotos no hacen justicia con el lugar. Todo es mucho más bonito que lo que reflejan las instantáneas y nos da pena muchas veces no poder inmortalizar fielmente lo que ven nuestros ojos. Vamos con el dinghy a inspeccionar los dos motus cercanos y más tarde a tomar algo al lujoso hotel de cabañas con los amigos del otro barco.  


El mediodía del siguiente día volvemos a fondear al anclaje de la entrada donde hay un barco americano que está levantando el ancla para partir hacia Hawai, a 2.500 millas y de ahí, vuelta a San Francisco. Es una ruta que hacen muchos americanos para conocer el Pacífico Sur sin tener que proseguir al oeste y dar la vuelta al mundo. Tienen problemas para levantar el ancla ya que se ha enganchado a una cabeza de coral que aquí está lleno y uno de ellos tiene que meterse al agua con la botella para conseguir liberarla. 


Los cambios de planes de última hora hacen que aprovechemos la parada para comer y enseguida a las dos horas volvemos a levar el ancla y partimos hacia Tahiti. Adelantamos la salida porque el pronóstico es de poco viento y así ganamos las primeras horas donde aún va a ver algo de brisa y tenemos también más margen para llegar de día.