Atravesando Honduras y San Pedro de Sula
Esta vez optamos por la vía más segura y rápida para ir a Honduras. Tomamos el autobús de Ticabus que nos lleva directo desde León hasta San Pedro de Sula, en el norte de Honduras. El billete sale por 37$. La propaganda que llega del país no es demasiado positiva y hay que cruzar todo el estado de sur a norte, así que nos aseguramos esta vez la jugada.
En una hora estamos en la frontera. Solo hay que entregar los pasaportes al responsable en Ticabus y ellos se ocupan de todo, además de pagar los 8 dólares de trámites fronterizos. Para la salida y entrada de los países todos los pasajeros bajamos del autobús. No nos revisan los equipajes, solo hay una inspección de control narcotráfico un poco más adelante. A veces hacen abrir todas las maletas; esta vez, no.
En la frontera cambiamos unos cuantos dólares por la moneda hondureña, la lempira (1$ = 18.8 LPS).
Hacemos una parada en Tegucigalpa, la capital, que se encuentra en un valle rodeada de montañas.
Llegamos a San Pedro a las ocho de la noche y hemos salido de Nicaragua un poco más tarde de las seis, casi 14 horas nos lleva cruzar el país con las paradas correspondientes.
Siempre intentamos salir bien temprano cuando hay un trayecto largo a la vista y evitar llegar de noche; esta vez ha sido inevitable. Un agobio tremendo al llegar a la terminal de taxistas que nos quieren llevar al hotel por un precio que no es. Una muchacha hondureña más que amable nos ve agobiados y nos busca un taxi que nos cobra lo que toca. Vamos directos al Hotel Real (17$), que ya lo teníamos seleccionado y nos sentimos aliviados cuando estamos bajo techo.
La noche siempre es cuando es más peligroso, así que evitamos salir pidiendo una pizza por delivery que nos traen a la mismísima habitación. La mayoría de habitaciones suelen tener TV lo que es un gran entretenimiento para poder ver un poco la televisión local, las noticias y ver alguna peliculilla a las noches.
San Pedro es la segunda ciudad más importante de Honduras después de Tegucigalpa. Es la capital económica e industrial; mientras que Tegu (como aquí la llaman), la política. Es una ciudad peligrosa donde hay mucho crimen y para nosotros solo es un puente para llegar a nuestro destino. La mayoría de muertes suelen darse entre bandas pero igual hay que tener muchísimo cuidado. Nos irán contando los hondureños que un sicario puede matar por 5$ y la vida no vale nada. Este es el principal problema del país junto con el narcotráfico. Se ven por muchos sitios guardias con ametralladoras y si lees los periódicos o ves las noticias solo hablan de muertes y asesinatos. El otro día decían que en el último año había habido 25.000 muertes violentas en un país de tan solo 8 millones de personas. Dicen que es el país con las cárceles más llenas en Centro América.
Es curioso como cada vez que cambiamos de país cambian tantos aspectos en un territorio no tan grande. En Honduras a golpe de pájaro el nivel parece más alto que en Nicaragua y es más caro, la construcción mejor y se ven mejores carros y autobuses más nuevos. Los rasgos de la gente varían, así como el carácter y las costumbres. El hondureño es más abierto y parlanchín que el nica.
Honduras es un país muy agreste aunque el mayor reclamo turístico viene por el mar –las islas de Utila, Roatán y Guanaja –que forman las Bay Islands, en el Caribe- y por las Ruinas mayas de Copán.
Pasamos de playa que es a lo que estamos más habituados y nos vamos para las ruinas. Cuatro horas de autobús hasta llegar a Copán Ruinas. La ruta es preciosa y de nuevo volvemos al autobús de línea que va recogiendo y bajando gente y parando en todos los pueblitos, pudiendo ver un poco del interior. Los campesinos visten a lo texano con gorros de cawboy; los vendedores ambulantes suben a cada parada ofreciendo refrigerios o snacks; predicadores para recordar el deber de hacer el bien y estar con Dios y no acercarnos a Satanás; la policía inspeccionando al autobús y pidiéndonos identificación... la verdad es que los españoles caemos bien en todas partes y con la afición que hay del Barça y el Madrid, un punto más a favor.
Copán Ruinas es un pueblo entrañable y tranquilo en el lado oeste casi en la frontera con Guatemala. Calles empedradas, cuestas y bajadas pronunciadas, pequeños hotelitos, muchas pulperías, bonitos souvenirs, mototaxis por todas partes, los cowboys con un ritmo sosegado, la placita con la iglesia, siempre gente en la calle charlando, abundantes puestos de comida a la intemperie: maíz, bolsitas con fruta, raspados, tortillas, carnes y pollos asados...
Nos hospedamos en el Hotel Berakah (16$/noche), que acaban de abrir hace tan solo un mes y está bien bonito. El dueño, la hermana y el hijo –vivo como pocos con solo 11 años- simpatiquísimos todos, con los que charlamos muchos ratos y nos cuentan muchas cosas interesantes.
Las ruinas de Copán están a tan solo 1 Km. del pueblo que recorremos a pie. La entrada a las ruinas sale 15$ y si se quiere ver todo son 15$ más por los túneles más otros 7$ por el museo. Además para el que quiera guía 25$ más por grupo. Nosotros compramos un librito explicativo que nos irá instruyendo en toda la visita.
La tierra de los mayas se encuentra en las partes occidentales de Honduras y El Salvador, toda Guatemala, Belice y los estados del sur de México.
Las ruinas de Copán, declaradas Patrimonio de la Humanidad, es uno de los legados más importantes del pueblo maya que hemos heredado; las pirámides, estelas y estructuras datan de diferentes años del periodo clásico entre 250-900 d. C. que es considerado la “edad de oro” de la civilización precolombina.
Su principal e inigualable interés es el tallado de piedra y la buena conservación de los jeroglíficos que lo hace único y valioso respecto a otros puntos de esta civilización.
Los mayas construían los edificios más altos para facilitar las observaciones astronómicas. Los jeroglíficos además de relacionarse con estas se refieren a los tiempos de sus gobernantes y nobles y los personajes tallados son estos mismos.