Dejamos Honduras para dirigirnos a Guatemala, donde en primer término, solo vamos a visitar Tikal que se encuentra en el camino subiendo hacia México; en la bajada recorreremos toda la parte más occidental.
Para ir en un minibús de turistas desde Copán (Honduras) hasta Flores cuesta 40$. Opción más barata (total 14$): tomamos un minibús hasta la frontera. Hacemos la salida de Honduras y la entrada a Guatemala, la frontera es muy tranquila. Cambiamos algunos dólares a quetzales para tener para el bus. De ahí autobús local a Chiquimula (2 horas). La distancia no es muy larga pero los transportes en Guatemala son muuuuy lentos. A veces hay cuatro personas esperándolo a dos metros de distancia cada una y el bus ahí va parando; sube una, a los dos metros de nuevo parada... es muy cómico. En Chiquimula, “chicken bus” a Flores -así llaman en inglés a los autobuses locales. Un vehículo muy muy primitivo para las nueve horas de viaje que hay por delante donde somos los únicos turistas como nos pasa muchas veces.
Pasamos por Río Dulce, que se encuentra en la costa oriental, donde cientos de veleros pasan la temporada de huracanes en las decenas de pequeñas marinas.
Aunque no hayas llevado comida para el viaje, no hay problema; constantes vendedores suben al bus vendiendo fruta, empanadas, bebida e incluso pollo.
Por fin llegamos a Santa Elena y de ahí tomamos un mototaxi a Flores que queda a 2 Km. Nos hospedamos en Casa Goya 2 por 140 quetzales la habitación (que son unos 19$) pero nos trasladamos las dos siguientes noches al Hotel La Casa del Lacandon que es más barato (100 quetzales), nos gusta más y tiene mejores vistas al lago.
La isla de Flores se encuentra ubicada en el Lago Petén Itzá y unida por un paso a Santa Elena. Este pueblito nos encantó; super tranquilo, rodeado de un precioso entorno y con unas vistas increíbles desde casi todos los hotelitos y las terrazas de los restaurantes que se encuentran rodeando la isla mirando al lago. Para comer hay opciones para todos los bolsillos desde la paradita en la plaza donde por 15 quetzales (2$) te ponen un superburrito, una tostada mexicana, un taco y una gaseosa (síiii, todo esto por 2$) con lo que cenamos los dos o un plato más elaborado desde 7$ para arriba.
El principal motivo por el cual la gente se dirige a Flores es para visitar las ruinas de Tikal, a 65 Km. de distancia.
Tikal nació en el año 2000 a.C. pero su época de apogeo fue en el periodo clásico (entre el 400 y el 900 d. C.) y no fue descubierta hasta fnales del siglo XIX. Los trabajos arqueológicos aún tienen muuucho por hacer ya que solo algunas de las pirámides y estructuras han sido limpiadas de la vegetación que durante siglos y siglos ha ido ocultando los maravillosos monumentos en un lugar plenamente selvático donde todo crece salvajemente. Así pues es una lástima encontrar muchas montañas donde solo se ve la cima de la pirámide, con suerte, y otras donde casi nada está a la vista pero seguramente hay alguna estructura enterrada. En fin, que haría falta mucho dinero y trabajo para darle a estas ruinas el lugar que se merecen e invertir correctamente los 20$ que paga cada visitante por la entrada.
Aún así la ciudad de Tikal sigue siendo increíble, una verdadera maravilla; lo más impactante de la ciudad maya más grande del mundo es que se encuentra inmersa en la selva teniendo que caminar varios kilómetros para recorrerla y es que llegaron a vivir 100.000 personas así que las dimensiones son importantes.
La Gran Plaza es el complejo más espectacular de Tikal, donde se encuentran las pirámides I y II, de 35 y 45 metros de altura, rodeadas de varias estructuras, palacios, edificios residenciales... La pirámide más alta de las ruinas tiene 70 metros altura y se puede subir hasta su cumbre con unas vistas magníficas. El Mundo perdido tiene los edificios más antiguos... Fascinante.
La razón del abandono de los habitantes de esta y otras ciudades mayas es todavía un misterio y no se sabe con exactitud el motivo por el cual la civilización precolombina abandonó este mágico lugar.
Quetzaltenago (Xela) y pueblos aledaños: Almolonga, Zenil y San Andrés Xacul
Tras recorrer México, volvemos a Guatemala. Salimos de Oaxaca para Tapachula, en el suroeste del Estado de Chiapas, cerca de la frontera con Guatemala; pagamos 400 pesos por las 13 horas de trayecto.
Pensábamos pasar un día en Tapachula pero finalmente decidimos proseguir para la frontera. En la misma esquina de la terminal, tomamos un minibús hasta Talismán, el pueblo fronterizo. Caminamos un kilómetro aproximadamente desde donde nos deja el bus hasta el puesto de migración mexicano. Debemos pagar casi 25$ por persona por la salida del país y otra breve caminata hasta el control aduanero guatemalteco. Marabunta de ofrecimientos para tomar un autobús o taxi hasta que nos subimos en otro minibús hasta un pueblo del cual no recuerdo el nombre para hacer trasbordo en San Marcos y allí otro autobús directo a Quetzaltenango. Por guiris notamos que nos cobran más caro, pero como hablamos de poco dinero no tenemos ganas de pelear y pagamos los 15 quetzales que nos piden por un trayecto que suele costar 4; no son más de 2$, así que... No hay ni un solo turista en todas las combinaciones que vamos empalmando para llegar a nuestro destino final. La mayoría optan por autobuses de primera clase exclusivos para turistas; así como también por cruzar por los otros dos pasos fronterizos existentes.
Tras la comodidad de los buses mexicanos y la organización del país vecino, nos habíamos olvidado de las peculiaredades de Centroamérica y regresamos a los largos, incómodos e interminables trayectos para no tan largas distancias. No hay buses directos y siempre precisas cambiar varias veces de transporte, llenos de gente aunque eso sí mucho más económicos y con un sinfín de historias en cada trayecto; mucho más interesantes y divertidos.
Quetzaltenango. Llegamos a la caótica terminal y tomamos un taxi hasta el centro ya que queda retirada, que nos cuesta 30 quetzales. Nos aventuramos a buscar hotel. Nos perecen carísimos y malos en relación al precio. Y terminamos en una vieja posada llamada Occidente, muy bien ubicado en plena Plaza principal pero la verdad que bastante cutrecillo; pero no hemos encontrado otra cosa que nos convenza. Pagamos 16$ la habitación con baño privado y televisión. Al lado del hotel hay un pequeño restaurant familiar y allí comemos una comidita bien caserita y vemos el partido del real Madrid-Barça; los precios bastante semejantes que los mexicanos, una media de 40 quetzales el menú (unos 5$).
No hay mucho que ver en la ciudad a la que todos llaman Xela. Es la segunda urbe de Guatemala; tiene de todo y está bastante extendida pero carece de un interés especial. Concentra el comercio, los servicios y el centro estudiantil del occidente del país. No hay un ambiente malo pero tampoco se respira un ambiente demasiado relajado; es un poco extraño. No hay apenas turistas.
Durante la tarde damos muchas vueltas al “tontódromo” que llamamos nosotros, la Plaza Iberoamérica y es que al salir un poco del centro las calles están solitarias y decedimos regresar donde todos salen a caminar y platicar.
Lo más interesante de Xela son los pueblitos que se encuentran a sus cercanías. Nos acercamos a una agencia que organiza tours por las villas más interesantes pero solo lo hacemos con el objetivo de tomar la información y después hacerlo por nuestra cuenta.
A la tarde vamos a tomar un exquisito chocolate caliente en el café-museo La Luna; un rincón único y sumamente acogedor e interesante. Tras hacerle una pregunta al dueño, se sienta amistosamente con nosotros y compartimos un rato muy agradable en el cual nos cuenta muchas cosas interesantes del país.
Pueblos aledaños de Xela: Almolonga, Zenil y San Andrés Xecul
Almolonga. Tomamos un autobús a este pueblo que queda a pocos kilómetros de Xela. Si bien en la ciudad encuentras mezcla de población mestiza e indígena, una vez sales, solo te topas con puro indígena La sensación que tenemos en Guatemala es extraña porque en la mayoría de lugares a excepción de meros focos turísticos siempre somos los únicos de piel blanca. Los indígenas son particularmente amables y siempre te sonríen. Las mujeres visten sus vestidos tradicionales que se diferencian de un pueblo a otro y llevan sus cestas o grandes pañuelos con las compras o enseres en la cabeza. Tienen un equilibrio increíble.
Almolonga se organiza a partir de
una larga calle principal que divide al pueblo en dos. Su paisaje es montañoso y su clima es batante frío. Es conocido por el cultivo de hortalizas; abastecen el mercado nacional e incluso
exportan al resto de Centroamérica. Es curioso ver el mercado con unas verduras apetitosas y hermosas.
Al entrar a la iglesia entablamos conversación con el conserje que se sienta a platicar con nosotros y nos cuenta muchas cosas interesantes. El pequeño pueblo tiene nada más y nada menos que 50 iglesias evangélicas y así sucede en la gran parte del país. Ya nos habían contado antes que la gente tiene que aportar alrededor de un 20% de lo que gana y los pastores tienen buenos carros, grandes casas y buenas mujeres. Una vergüenza pero es que el pueblo indígena es tan bueno e inocente que lo hace vulnerable y manipulable. Hace un tiempo había un grado nivel de alcoholemia y ahí entraron los evangelistas; pudieron retirarlos del alcohol pero fueron ganando terreno y así está la cosa ahora. La gente es muy pobre y trabajadora; es vergonzoso que tengan que dar tal porcentaje de sus pocas ganancias.
Cuando le preguntamos al conserje por la seguridad en la zona, nos dice que es tranquilo y que no hay apenas robos porque si agarran a alguien con las manos en la masa los propios lo queman vivo con gasolina; así que todos tienen mucho cuidado de no robar.
Zenil. De Almolonga nos vamos a Zenil, el pueblito que está en la misma ruta casi pegado. Situado en un bonito enclave a orillas de un río y circundado de montañas y un volcán. La construcción no es nada atractiva y todas las casas las dejan con los bloques de hormigón sin pintar.
Hoy martes es el día del mercado, estamos de suerte. Se desarrolla alrededor de la bonita iglesia de la época colonial.
Sus habitantes llevan trajes muy atractivos con colores muy vivos.
San Andrés Xecul. Como los pueblos son pequeños nos da tiempo de recorrer los tres en el mismo día. Regresamos a Xela y de ahí tomamos un bus a una calle donde pasan muchos otros para diferentes destinos entre ellos San Andrés Xecul.
Situado en la falda de una montaña, las subidas son muy pronunciadas. San Andrés es conocido por la curiosa, alegre y colorida iglesia. Es totalmente diferente y la hace única. Llena de adornos y con una decoración que recuerda los motivos inocentes propios de niños.
El Lago Atitlán es considerado por algunos el lago más bello del mundo, allí nos dirigimos.
Tomamos un taxi que nos lleva a la terminal de Xela. Autobús hasta el cruce de Las Cuchillas, trasbordamos a otro que nos deja en Sololá y de ahí el último a Panajachel. Todo esto cargados con las dos grandes mochilas y las dos mochilitas colgadas adelante; los autobuses con mil paradas, que van a todo trapo y abarrotados de gente; bastante agotador pero fascinante.
Panajachel. Nos recibe un simpático amigo que nos ofrece acompañarnos a varios hoteles; como ya sabemos de que va, aceptamos: él nos acompaña y el hotel le da una comisión. Recorremos tres hoteles y nos decantamos por El Amigo por el cual pagamos la primera noche 150 quetzales y las siguientes 125 (unos 16$) , siempre hay que pedir una rebaja si te vas a quedar varios días. La habitación es de lo mejor en la que hemos estado hasta ahora.
Pana, como así se conoce, es un pueblo turístico que se encuentra a orillas del Lago Atitlán. Decidimos sentar base aquí por unos días y movernos por los pueblos de los alrededores en salidas diarias regresando a dormir.
El paseo más frecuentado es la Calle Santander; llena de restaurantes, agencias que ofrecen tours y multitud de puestecitos de artesanía, unos fijos y otros itinerantes. La verdad es que a veces es un poco agobiante porque estás comiendo o caminando por la calle y constantemente te vienen a ofrecer. Siempre te dicen un precio bastante alto y te piden que les des tu precio, ahí comienza el regateo.
Hay otras calles menos turísticas y agradables de recorrer. Este pueblo es muy tranquilo. Hay extranjeros pero no una cosa exagerada, así que no es abrumador. Los fines de semana aparecen los visitantes guatemaltecos, pero nosotros hemos estado los días de diario.
Sololá. Queda arriba en la montaña a poca distancia de Pana unido por una carretera sinuosa. Hay mercado los martes, así que tomamos el autobús
de parrilla (como lo denominan en esta región) y nos vamos a pasear por los abarrotados pasillitos que quedan entre los tenderetes. Este mercado es básicamente local y acuden los indígenas del
lugar luciendo sus coloridos trajes.
Hoy comemos algo básico y a la noche haremos una cena más contundente. Unos puestecitos ofrecen tres trocitos de pizza por 10 Qtz (poco más de 1$) y nos sentamos con los lugareños a degustarla. Está buena. Normalmente comer por estas latitudes sale por unos 40 quetzales (5$), siempre hay opciones más caras o abundan los chiringuitos de pollo frito con patatas. Los indígenas suelen comer en los mercados donde hay tenderetes pero nosotros evitamos este tipo de sitios porque a veces no parecen demasiado higiénicos.
Santa Catarina Palopó y San Antonio Palopó. El Lago Atitlán es realmente impresionante, es un lugar especial y único seguramente en el todo el mundo. Circunvalado de vegetación, una orografía montañosa, cafetales y tres grandes volcanes... además de entrañables pueblitos que lo rodean.
Al este se encuentran Santa Catarina y San Antonio, de pequeño tamaño y los más auténticos y especiales de la zona. Para llegar hasta ellos tomamos una pick up desde Panajachel que cuesta tan solo 2’5 Qtz (0’40$). Primero bajamos en Santa Catarina. Es un pueblito muy muy tranquilo. Me resulta difícil describirlo ya que no hay prácticamente nada pero es tan peculiar... Los niños están jugando en la plaza principal hasta que suena el timbre de vuelta a la escuela tras el recreo; las mujeres pasan con sus niños pequeños y siempre saludan alegremente; algunos hombres suben pesados bultos a lo alto del pueblo colgando el peso con una correa desde la frente; llevamos golosinas para los pequeños y cuando le das a uno, de repente aparecen tres más... Al lado de un hotelito, mujeres exponen sus hermosos productos manufacturados por ellas mismas en sus telares de cintura. Sus gentes coservan sus tradiciones casi intactas. El tiempo parece no transcurrir en este pueblo.
Otra pick up esta vez llena de gente, así que nos toca ir de pie, para llegar a San Antonio. Este pueblo es más grande que el anterior pero también único. No hay nada más que humildes casitas, algunos pequeños almacenes, una iglesia y mucha gente en la calle. Los niños regresan solos a sus casas tras la escuela; aquí enseguida son despiertos y con poca edad ya andan solos, siempre con la sonrisa en la boca y admirablemente educados. Hablamos con ellos, les preguntamos, unos más tímidos, otros increíblemente abiertos, caminan con nosotros platicando. Los trajes de las mujeres son bien distintos en cada pueblo, siempre con hermosos colores y bordados que llevan mucho tiempo.
San Marcos Laguna, San Pedro y Santiago Atitlán. El lago daría para estar días, semanas... Pero cuando andas más limitado de tiempo una excenlente opción es tomar una lancha que te lleva a cuatro pueblitos en un mismo día. El ticket cuesta 100 qtz. (12$), sale a las 8:30 y regresa a las 15h.
El primer pueblo en el que nos detenemos es San Marcos la Laguna. Este es preferido por los extranjeros porque es tranquilo, tiene hospedajes bonitos en la naturaleza y muchos vienen a aprender español. Parece que es uno de los destinos más visitados del lago y para nosotros sin duda el menos interesante. No es para llevar la contraria pero lo cierto es que nos gusto poco y nada. Muchos americanos hippies se han instalado y han montado pequeños negocios. Nada que ver con la autenticidad de los pueblos mayas de Santa Catarina y San Antonio.
Tras el tiempito de estadía en San Marcos, la lancha nos espera para ir a San Pedro la Laguna. Nos estresa bastante ir con el tiempo programado, pero no hay otra. El mercadito de San Pedro es bonito de visitar así como la plaza muy bien cuidada con muchas plantitas y animalitos acuáticos en la fuente que queda frente a la iglesia. El nivel de vida aquí parece superior a los de Palopó que son mucho más pobres. Nos perdemos entre las callejuelas; algunos hotelitos con vistas al lago. Este lugar es base para aquellos que quieren subir al volcán que se encuentra en su cercanía.
Próxima parada: Santiago Atitlán. Mucho mayor en dimensiones que los demás, por eso tomamos un mototaxi para que nos lleve al Maximón. Esta figura es centro de peregrinación de los mayas y aunque hay treinta en todo Guatemala, aquí se halla el más importante. Considerado “el gran abuelo” de todos, muchos vienen a pedirle.
La Iglesia parroquia Santiago Apóstol, de 1547, es otro de los lugares que hay que visitar. Aquí se encuentra la memoria del padre que fue asesinado por los militares en la brutal y sangrienta Guerra Civil que junto con muchos otros hombres trabajadores inocentes que también fueron aniquilados sin compasión.
Santiago es un importante punto para comprar artesanías y también destacan sus cultivos de aguacates.
La lancha también para un rato en San Antonio Palopó donde ya estuvimos el otro día y por eso nos dedicamos a visitar la cooperativa de mujeres artesanas y a charlar con la gente.
Más conocido como Chichi, es uno de los destinos turísticos más visitados en Guatemala por su mercado de los jueves y domingos, el más grande de todo el país.
Hay algún bus directo pero con horarios muy reducidos y como no los conocíamos tenemos que hacer tres combinaciones Pana-Sololá-Los Encuentros-Chichi. Los precios de los buses son económicos y suelen salir entre 3 y 10 quetzales según lejanía (0’40-1’20$).
El mercado de Chichi es inmenso; mayas de todos los pueblos acuden el día anterior de mercado a preparar sus tenderetes.
La mayor parte está dedicado a artesanías pero hay una parte importante de frutas, ropa y todo tipo de cosas para los locales. Todos los mercados tienen su apartado de comedores. Es muy colorido. Nuestra perdición son los más pequeños; todos vienen a vendernos a nosotros y se nos pegan. Yo les digo que hay más turistas que vayan también a otros, pero no se van. Parece que sepan captar nuestra debilidad y saben que algo les vamos a terminar comprando; además de que les charlamos, les preguntamos cositas y eso les gusta. Qué divinos los niños...
Aparece a lo lejos en nuestra vista el colorido del cementerio local. Esta diversidad de colores tiene una explicación según la tradición: se utiliza el color blanco para enterrar a los padres, que significa pureza; las madres se entierran bajo el color turquesa que significa protección para las mujeres; los niños bajo el celeste y las niñas bajo el rosado. No bajamos a visitarlo ya que hemos leído que es un punto donde hay muchos robos.
También nos topamos con un hotel museo que tiene unos jardines preciosos; asomamos la cabeza y nos invitan a pasar y nos muestran las dependencias: un edificio de varios siglos, muebles coloniales, una preciosidad que cuesta 110$ la noche.
Recomiendan que el que quiera ir a pasar más de un día debe acudir la jornada antes del mercado porque es tan popular que el mismo día es casi imposible encontrar lugar para dormir.
Antigua
Llamada también como la ciudad de la eterna primavera, Antigua es una bellísima ciudad validada por la UNESCO patrimonio de la humanidad.
Caminar por su historia entre sus calles y avenidas empedradas es una gozada: el colorido de sus casas, la mayoría de una sola planta; la infinidad de rincones coloniales, los hermosos patios interiores, multitud de posadas bien bonitas, muchos bares y restaurantes decorados acorde con el estilo de la ciudad...
Antigua es una Guatemala distinta que poco tiene que ver con el resto; el nivel de vida se nota muy superior, muchos extranjeros que se han instalado aquí, estudiantes de español y mucho turista de otro tipo que solo viene a conocer Antigua y alguna excursión puntual pero que lamentablemente no se queda con la verdadera Guatemala.
Al principio echamos de menos la población indígena que hemos encontrado en el resto del país, que ha conservado casi intactamente sus costumbres, su indumentaria y la simpatía e inocencia. Pero a pesar de no poseer esta identidad cultural tan marcada, no se puede negar que la que fue la capital del estado en otros tiempos es una ciudad preciosa.
Tiene una gran cantidad de edificios coloniales restaurados y bien conservados. Además se encuentra en un enclave único, de los treinta y tres volcanes que surgen en el Altiplano de Guatemala, tres se ven desde la ciudad colonial: el Papaya, el Agua y el Fuego.
Nos hospedamos el primer día en el bonito Hotel Santa Lucía 3, que queda en pleno centro; la pega es que nos resulta demasiado tranquilo y parece un convento, no hay lugares comunes, no wifi, no TV y como a las tardes siempre llueve, uno regresa al hotel temprano y no tiene qué hacer. Por eso y porque pasamos de pagar 24$ a 12$ por la habitación nos cambiamos al Hostel Mochilero Internacional donde renunciamos a la amplitud de la habitación y a un baño privado a tener un lugar donde siempre hay gente de distintos lugares del planeta con quien charlar y una cocina donde nos preparamos comidas ricas y sanas.
La Ciudad Antigua Guatemala posee un gran Mercado de Artesanías donde hay más de doscientas tiendas para comprar recuerdos. Este se sitúa al lado del mercado donde se encuentra de todo además de frutas y verduras.
Si tuviéramos que elegir una de las ciudades coloniales más bonitas, Antigua ocuparía sin discusión uno de los primeros lugares junto con
Cartagena de Indias y Cristóbal de las Casas. Y es que no es solo un pequeño núcleo, sino que prácticamente toda la ciudad es un hermoso recuerdo del pasado,
todas las calles son empedradas, es una ciudad tranquila y punto de encuentro de viajeros de todo el mundo.
Como siempre queremos ir a conocer algunos pueblitos de los alrededores. Bus de parilla hasta San Antonio Aguas Calientes y nos plantamos allí en un ratitín. No encontramos mucho aquí al lado de la tradición y autenticidad de otros pueblos que hemos visitado pero así es en este territorio cercano a la capital. El principal atractivo es el Mercado de Artesanías ya que en esta región hacen unas telas y vestidos hermosos. Llaman la atención la cantidad de lavaderos públicos repartidos por el pueblo. Notamos que aquí la inseguridad es mucho mayor ya que muchas tiendas se encuentran enrejadas completamente por la cantidad de robos y atracos, nos cuentan, que hay aquí y es que la distancia con la capital es muy poca y ahí es donde se concentran la mayoría de delincuentes y bandas.
De San Antonio nos vamos a Ciudad Vieja; con características similares al anterior pueblo como la pérdida de signos tradicionales y las tiendas cubiertas de rejas. Esta fue la capital en época de la colonia española y guarda los restos de un edificio de la época; se encuentra en la falda del Volcán del Agua.
Para llegar a Antigua desde el Lago Atitlán hay tres formas: el chicken bus con diferentes combinaciones, unos buses directos de la compañía Rébuli y a través de la contratación en una agencia de una combi; en este mismo orden van los precios de lo que sale el trayecto: 2’5$, 5$ y 10$ respectivamente. Esta vez nosotros nos decantamos por la opción más sencilla y claro, la más cara; pero es que no conseguimos saber a tiempo los horarios con Rébuli y no queremos ir cargados a tope en los diferentes chicken bus porque cada vez acarreamos más equipaje. La combi nos recoge y nos deja en el hotel, comodidad a la que no estamos para nada acostumbrados y tenemos la suerte de viajar con una persona sumamente especial que vive en Guatemala haciendo un trabajo importantísimo de lucha y defensa del pueblo guatemalteco. No queremos entrar en cuestiones políticas ya que no es el objetivo de nuestro rincón pero solo cabe decir que poca gente conoce realmente las barbaridades que ha tenido que sufrir este pueblo y los abusos, represiones y sometimiento que sigue aún padeciendo hoy en día por los propios gobernantes y el país de más arriba. Lo cierto es que conoces este país tan especial en todo el mundo y pretendes tener esperanzas de que algo va a cambiar ya que su gente maravillosa merece algo más, mucho más: pero a medida que vas conociendo mejor cómo funciona todo, es difícil y complicado poder ser optimista y ver una verdadera mejoría.