Contratamos un miniautobús desde Flores (Guatemala) hasta Chetumal en México. Varias agencias en el pueblo lo ofrecen, nosotros vamos directamente a la terminal donde también venden los boletos. Conseguimos un descuento a cambio de que nos presentemos directamente en la terminal en vez de que nos recojan en el hotel.
Todo bien hasta aquí. Ahora empieza la aventura. Nos presentamos en la terminal a la hora acordada y tenemos que esperar casi una hora y media, el autobús no viene. Veo que el hombre nos va mirando de reojo, llama muchas veces por teléfono. Hay algo que no nos acaba de dar buena espina. “No se preocupen, no hay ningún problema” repite varias veces. Al rato viene y dice que nos va a acercar con la furgoneta pequeña para unirnos al minibús que ya está terminando de recoger a todos los pasajeros. Hay algo que no me cuadraba y no me subo muy convencida pero todo el mundo nos ha visto en la terminal y en la agencia, así que intento tranquilizarme. “Dónde vamos” le preguntó “Ahí... al aeropuerto...” no está convencido en sus respuestas, lo notamos claramente. Suben tres guatemaltecos más a la furgoneta. Arrancamos y toma la carretera, yo estoy nerviosa, no puedo evitarlo. Los cawboys, como yo los llamo por su indumentaria, me dicen que van al mismo destino que nosotros. Pero cuando realmente me pongo nerviosa de verdad es cuando veo que pasamos el aeropuerto y la furgoneta sigue de largo. El hombre de la agencia no para de hablar por teléfono, mira por el retrovisor. “Dónde vamos” vuelvo a preguntar “Ahí al siguiente cruce..., ahí lo esperaremos...” ¿En un cruce? ¿Qué tipo de servicio es este? “No tengas pena” me repite varias veces; imagino que significará que no tenga miedo o que esté tranquila. Pero no me contesta claramente. Cada vez nos alejamos más... Estoy tan asustada que veo en la ruta un apeadero con unas personas esperando el autobús y le pido que pare ahí, que no me encuentro bien. Enseguida para y eso me tranquiliza. Les digo al conductor y acompañante que yo espero ahí al minibús, que pasé por ahí a recogernos. No puedo expresar mi alegría cuando llega el minibús lleno de turistas, se detiene y nos recoge. El susto me dura por unas horas.
Conclusión que sacamos después de analizar todo lo sucedido: el hombre de la agencia tiene un acuerdo con el chofer y nos suben a nosotros y a los otros tres muchachos al minibús de manera clandestina. Ellos se reparten el dinero de los billetes. Tienen que evitar que nadie los vea, por eso había que salir de la ruta, estaban nerviosos porque estaban actuando irregularmente, se llamaban con el chofer para ver por dónde andaba... mira por el retrovisor esperando ver a la furgoneta para apearse y que nos subiéramos. El día antes nos había dicho que no le dijéramos a nadie que habíamos comprado los tickets ahí porque podía tener problemas porque nos había echo buen precio. A todo esto si hubiéramos sabido que era eso hubiéramos estado tranquilos, pero fue todo tan misterioso... Esto nos recuerda que en estos lugares uno debe extremar las precauciones todo el tiempo. Son países con demasiada pobreza y la gente hace cualquier cosa para poder sobrevivir. En fin que no es más que una anécdota que esconde la tristeza de la situación en qué viven muchos países que no forman parte del Primer Mundo.
Salimos de Guatemala después de dos o tres horas; no lo recuerdo, y entramos en Belice. Las autoridades nos recuerdan a las de las Pequeñas Antillas donde en todas las excolonias inglesas el trato fue pésimo; cruzamos gran parte del país y los paisajes nada tienen que ver con los maravillosos verdes de Costa Rica, Nicaragua y Honduras. Pasamos de nuevo la frontera de Belice donde hay que pagar 15$ y entramos en México.
Trámites fronterizos en la frontera de Corazal y el minibús continúa hasta Chetumal. Estamos en el estado de Quintana Roo.
En todo el viaje hemos ido charlando con los mochileros de las diferentes nacionalidades: unas chicas chilenas, irlandeses y unos israelíes. Es sorprendente la cantidad de jóvenes de Israel que hay; es normal allá que viajen cuando terminan el servicio militar (tres años, los chicos y dos, las chicas), trabajan y se toman un año viajando por Latino América.
El salto de Guatemala a México es bestial: las carreteras, los coches, los autobuses... México es o al menos parece (ya veremos...) pertenecer al Primer Mundo.
Sacamos pesitos mexicanos del cajero (1$ = 11,5 pesos) en Chetumal donde tomamos otro autobús que demora tres horas y media más hasta Tulum (10$ el trayecto).
La línea de autobuses mexicana es muy buena y hay diferentes opciones: lujo, primera y segunda clase. No hay una diferencia notable entre la primera y segunda clase; salvo que en primera vale el doble.
Llegamos a las 12.30 de la noche a Tulum y tomamos un taxi hasta el Hostel Lobo Inn; ya reventados después de haber iniciado el día a las 5.30 de la mañana. Notamos enseguida que México es bastante más caro que los países de los que venimos. Los hoteles en Tulum son muy caros y tenemos que conformarnos con una cama en un dormitorio compartido con lockers para dejar tus pertenencias. Pagamos por ello 11$ por persona; por este precio hasta ahora siempre habíamos tenido habitación privada. Lo mejor de los hostels mexicanos es que te ofrecen muchas cosas; en este: desayuno incluido, bicicletas gratis y un ambiente y unos lugares comunes muy agradables. Se lo montan bien estos gueys.
A la mañana siguiente tomamos las bicis y nos vamos a “bicicletear” hasta el pueblo y después a conocer la zona de playa. La mayoría de playas son privadas pertenecientes a los complejos de cabañas. Puedes acceder a ellas si estás hospedado o consumiendo en el restaurant.
De ahí, a las ruinas. Son pequeñas y nada tienen que ver con las maravillas de Tikal o Copán. La arquitectura de Tulum presenta construcciones de pequeñas dimensiones y de poca altura y complejidad. Eso sí, están perfectamente conservadas y cuidadas. Pero lo más interesante es que es una de las pocas ciudades mayas situadas en la costa y tiene unas vistas increíbles al Mar Caribe.
Toda la ciudad está amurallada y fue en su tiempo un importante centro comercial de esta civilización en contacto con Honduras y Guatemala. Es una de las últimas ciudades construidas y habitadas por los Mayas; estaba aún habitada a la llegada de los españoles en 1518 y a finales del siglo ya no quedaban residentes.
Poco a poco empieza a llenarse de autobuses que vienen de excursión desde Cancún, un poco agobiante. Si dudábamos si acercarnos a Cancún aunque fuera por un día para conocerlo, se nos despeja la duda. Pasamos. Varios ya nos han dicho que es horrible, lleno de complejos hoteleros enormes. No, no es lo que vamos buscando. Nosotros queremos conocer México. La pulserita con el todo incluido para los demás.
Nos damos una buena paliza de más de diez kilómetros entre la ida y vuelta con el sol a tope y Jose que andaba ya medio malito se resiente. Hace varios días que viene teniendo un poco de fiebre y con el estómago mal. Vamos a una farmacia donde te ofrecen consulta médica por 35 pesos (3$) y le recetan varias pastillas. A la tarde relax en el hostel y a la noche todos nos juntamos a cenar en el patio del albergue y charlamos con unos y otros. El ambiente es muy distendido.
Subidos a la bicicleta, la mejor manera de moverte en Tulum, vamos a conocer al día siguiente el Gran Cenote. Los cenotes son muy característicos en toda la Península de Yucatán y hay cientos de ellos. Este es el más importante de la zona.
Son cavernas de agua con estalagmitas y estalactitas donde se puede hacer snorkel e incluso bucear con botella en algunos. Estas cavernas en el agua fueron creadas naturalmente hace 6.500 años. Para los mayas significaba el límite entre el mundo y el intramundo y le dieron usos sagrados así como sistema de recogimiento de agua. Todas las grandes ciudades mayas se construían cerca de alguno de ellos.
Dicen que Tulum es el último de los lugares del Caribe mexicano que se ha conservado virgen lejos de los macrohoteles y turismo del consumo. Dentro de lo que es conocido por la Riviera Maya, que va desde Tulum hasta poco antes de Cancún, es un lugar no tan explotado, tranquilo y pequeño lejos de los grandes complejos hoteleros de todo incluido, ideal para el contacto con la naturaleza y playa. Está bonito aunque no es el verdadero México. Ándale, pues, vamos para allá...
Valladolid
Proseguimos hacia Valladolid entrando en un nuevo estado, Yucatán. El viaje desde Tulum son tres horas y media y cuesta 60 pesos (unos 5$).
Valladolid es una histórica ciudad donde sucedieron dos grandes pasajes de la historia de México: “La Guerra de Castas” en 1847 y “La Primera chispa de la Revolución Mexicana” en 1910.
Es una hermosa ciudad colonial que nos sorprende y en la que nos sentimos super a gusto: su cultura, su tradición, su tranquilidad... Creo recordar haber leído en algún lugar que es la ciudad más vieja de todo Yucatán.
No esperábamos mucho de Valladolid, no suele estar como los lugares top a visitar y de hecho no hay demasiado turismo; pensábamos quedarnos solo una noche pero nos sentimos tan bien que lo alargamos a dos. Nos hospedamos en un precioso hostel, antigua casa de monjas llamado La Candelaria, con las habitaciones decoradas al más buen estilo mexicano y con un patio precioso con una cocina que invita a que prepares alguna comidita. Pagamos 21$ por noche e incluye desayuno continental.
El cambio del estado de Quintana Roo es considerable y en esta zona ya se encuentra mucha más población indígena. Las mujeres visten con vestidos blancos bordados con flores de colores.
La plaza principal es el punto más concurrido de la ciudad donde se encuentra la bonita Iglesia de San Gervasio y la Casa de Gobierno. A la noche todos los edificios importantes se iluminan; es domingo y música en vivo en los soportales con los osados que se animan a bailar, puestecitos de comida... Hay tanta tranquilidad que no hay problema en que caiga la noche ya que el ambiente es más que seguro.
No hay edificios y todo son casitas de una planta de tonos pasteles de estilo colonial. La Calle 44 es una de las más bonitas y principales avenidas y la Calzada de los Frailes de las más emblemáticas.
Desde Valladolid vamos en el día a Chichén Itzá, uno de las ciudades mayas más importantes. Ha sido considerada como una de las nuevas maravillas del mundo; aunque ese dictamen ha sido muy discutido porque es por votación popular y debido a su proximidad con Cancún recibe miles de turistas al día.
Seguimos aprendiendo un poco más de la fascinante civilización maya y para eso compramos un librito de guía y nos vamos volviendo cada vez más expertos en aproximarnos de manera cautelosa a los grupos guiados para escuchar las explicaciones. La entrada a la ciudad vale 166 pesos (15$) y aparecemos temprano tal como nos han recomendado.
El monumento más impresionante del conjunto es El Castillo, sostenido por una base cuadrada de 55 metros de lado. Todo estaba calculado y tenía un motivo en las construcciones mayas: el total de los escalones de los cuatro lados de la pirámide suman los 365 días del año y está totalmente relacionado con los equinoccios y es probable que edificaran la pirámide con fines astronómicos.
El Juego de pelota es el más grande de los que se construyeron en MesoAmérica; el Templo de los Jaguares decorado con serpientes enroscadas presentes en toda Chichén, el Cenote Sagrado donde lanzaban a muchos de los sacrificados, el Templo de los Guerreros, El Templo de las 1000 columnas... Multitud de estructuras muy bien conservadas.
El calor es tan insoportable que tenemos que comprar unos sombreros para protegernos del tórrido sol; los puestecitos de artesanía están por todas partes y es que esta ciudad recibe alrededor de 10.000 personas al día. Y cuando todos empiezan a llegar y siguen y siguen y siguen llegando, ahí nos damos cuenta que ya es nuestra hora de partir: preferimos esquivar un poco las masas que vienen en tour organizado de Cancún y seguir con nuestro viaje más sosegado.
Madrugamos para llegar tempranito; poco más de tres horas en autobús y estamos en Mérida.
Tras recorrido de hostels para elegir el mejor calidad-precio nos quedamos con el Hostel Nómada que nos gusta por su gran colorido y diversas actividades que organiza: desayuno incluido, clases de salsa, trobador a las noches que ameniza las veladas en el jardín, piscina... Pagamos 290 pesos por la habitación, que son 26 dólares. Además el último día nos permite guardar el equipaje en un locker y usar las instalaciones sin cobro alguno hasta que partimos a la noche.
La que es la capital del estado de Yucatán se edificó sobre las ruinas de la antigua ciudad maya de T'Hó.
Tiene un gran ajetreo durante todo el día, principlamente en las inmediateces de la Plaza Grande. Diversos edificios históricos importantes rodean esta plaza: La Casa de Montejo, que mandó construir el conquistador del Estado; el Palacio de Gobierno, alberga unos murales muy interesantes del famoso pintor yucateco Castro Pacheco que narra en sus pinturas la historia del país y los abusos que los indígenas han sufrido; la Catedral, con un interior imponente : el Palacio Municipal...
El Paseo de Montejo es la avenida más famosa de Mérida, un bonito boulevrad donde se encuentran grandes mansiones y bonitas zonas verdes, así como también un Wallmart y caros restaurantes.
En Mérida es posible comer bien y barato buscando un menú a los mediodías. Nos recomiendan el restaurante El Trapiche donde por 45 pesos (4$) entra una sopa riquísima de primero, milanesa de res con arroz y ensalada y un juguito natural de limón; siempre acompañado de tortillas y nachos con salsas mexicanas. Más no se puede pedir. Un día comemos en el restaurante La Chaya maya que es un poco más caro, pero sigue saliendo barato, donde hacen comida yucateca y siempre que pasamos esta llenísimo, así que decidimos probar. Servicio de lujo y comida excelente por algo más de 10$ el cubierto.
Mérida es una ciudad turística pero por sus dimensiones el turista queda bastante camuflado y no hay aglomeraciones; la gente es amable y agradable y es bastante tranquila.
Seguimos con la ruta maya, esta vez vamos desde Mérida en un paseo de un dia. La verdad es que cada ciudad es totalmente diferente una de otra y en cada una encuentras un interés prticular.
La entrada al recinto arqueológico cuesta 16$ y esta vez sin librito-guía nos pegamos descaradamente a un grupo de españoles que vienen en un tour recorriendo México. Cada vez sabemos un poco más de esta civilización que fue tan avanzada.
El mayor volumen de la obra construida fue en el periodo Clásico Tardío (600-1000 d.C). En maya Uxmal significa "las tres veces construida" y tiene una clara influencia del estilo Puuc.
La Casa del Gobernador es considerada por los expertos una maravilla arquitectónica por su precisión y belleza; pero la construcción más llamativa es La Casa del adivino que es diferente al resto de las pirámides, que con sus 35 metros de altura tiene una forma elíptica que la hace única. En ella se puede observar las diferentes estructuras que la forman y que se fueron construyendo unas encima de las otras.
Todos los edificios mantinen mucho detalle en sus fachadas y uno de los únicos aros en el juego de pelota conservados.
Palenque
Tomamos un autobús desde Mérida que sale a la noche y nos permite ganar un día y a la vez ahorrarnos el hotel. Cruzamos el estado de Campeche y Tabasco y llegamos a Chiapas. Viajamos con ADO, en primera clase, una de las compañías más importantes del país y el trayecto de nueve horas sale 420 pesos (40$ aprox.) No había posibilidad de viajar en segunda y comprobamos que en primera clase es mucho más caro y no es mucho mejor.
Llegamos a las 6.30 de la madrugada y buscamos un hotel. Nos habían dicho que los hoteles eran mucho más baratos pero no es así, al menos en Palenque. Hay varios que están llenos porque ha llegado un grupo grande en varios autobuses; finalmente nos hospedamos en Nacha’n Ka’an donde tenemos una bonita habitación por 24$.
Duchita y sin prisa pero sin pausa, tomamos un minibus que nos lleva a las ruinas de Palenque. La disminución de poder adquisitivo se nota muy mucho en Chiapas respecto a Yucatán, además del alto porcentaje de población indígena. Estamos en uno de los estados más fascinantes, genuinos y auténticos de México así como también, desgraciadamente, el más pobre.
Las ruinas de Palenque nos sorprenden una vez más, son bien diferentes a las demás. Enclavadas en la selva, al igual que Tikal, hace de la ciudad un lugar mágico y uno de los sitios arqueológicos más importantes de México.
Destacan el Templo de las Inscripciones que alberga en su interior la Tumba de Pakal, el Gran Palacio, el Templo del Sol...
Una caminata nos lleva hasta el Museo que también resulta interesante y hay una reproducción de la Tumba de Pakal ya que la original tiene prohibido el acceso por cuestión de seguridad.
Cinco horas de trayecto de Palenque a San Cristóbal en un camino entre montañas donde no tiene desperdicio ir mirando por la ventanilla en todo momento; el paisaje cambia considerablemente y volvemos al verdor y frondosidad al que nos habíamos acostumbrado en el resto de Centro América. El paso por los pueblitos 100% población indígena es imperdible.
Llegamos a Sancris, así la llaman los locales, con lluvia y frío; así que el polar y la chaqueta se convertirá en un inseparable aquí ya que la temperatura varía considerablemente unos grados debajo del clima tropical que hemos tenido hasta ahora.
Nos hospedamos en el Hotel Real donde pagamos 250 pesos y al segundo día nos cambiamos al Hostel Ek-Balam que es más barato (160 pesos, unos 14$ por noche) y mucho más agradable y animado. Ambos se ubican en la Real de Guadalupe, pleno centro y la calle más bonita de la ciudad.
Nos quedamos varios días ya que es una ciudad que nos deja totalmente encandilados. Qué maravilla... qué belleza... Pasear por sus calles es un auténtico placer; allí donde mires es precioso, la cantidad de edificios coloniales es innumerable, el colorido de sus fachadas, las calles empedradas, la amabilidad de su gente... Posee una fuerte tradición indígena y reúne diferentes etnias. Se mezcla la influencia de los pueblos totziles, lacandones... con la cultura colonial española y mudéjar. Se fusiona la tradición con los modernos restaurantes y locales montados con el mejor de los gustos.
Las calles del centro histórico siempre, a todas horas, están abarrotadas de gente: indígenas, mucho turismo mexicano y turistas extranjeros que se mezclan y quedan bastante esparcidos sin provocar una masa de guiris juntos en un mismo punto.
La Calle Real de Guadalupe y la Calle Utrilla son las más transitadas y pintorescas; la Plaza Mayor conocida como Zócalo es el punto de reunión más importante; la Catedral de San Cristóbal Mártir, una joya arquitectónica; el Palacio Municipal, el mercado de artesanías frente la Iglesia de Santo Domingo, el mercado... Llevaría hojas poder describir la magia de cada uno de estos lugares que nos cautivaron por completo.
Además de la maravilla de la arquitectura uno de los componentes cruciales que hacen mágico a este lugar es la población indígena. Cientos de ellos a todas las horas del día se reparten por las calles vendiendo sus artesanías: los ponchos, foulares, collares...
Y los niños, esas hermosas criaturas, y es que tienen unos rasgos preciosos, dulces como la miel que se te acercan ofreciéndote animalitos que llevan en una cestita a los que tanto Jose como yo no nos podíamos resistir y niño que se nos acercaba, le comprábamos un animalito; y es que preferimos privarnos de tomar una cerveza y ver la cara de felicidad que se les pone cuando contribuyes con ese mínimo granito de arena.
A pesar de la errónea información que puede tener cualquiera de que Chiapas es un lugar peligroso; es uno de los lugares más tranquilo de México. Paseas plenamente tranquilo a cualquier hora del día y se respira una atmósfera de paz. Lo que provocó esta “mala fama” a Chiapas fue el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional que tuvo lugar en enero de 1994 que inició la denuncia indígena y su despertar tras siglos de injusticias y sumisión. Y es que el aislamiento ha caracterizado la mayor parte de su historia y gracias a esta lucha Chiapas logró muchos avances para su pueblo pero queda muchísimo aún por hacer y sigue siendo un lugar pobre y olvidado que merece mucho más.
Echamos de menos una vez y especialmente aquí una buena cámara fotográfica con un gran objetivo para poder inmortalizar las caras de los niños, escenas cotidianas de las gentes... y es que a los indígenas no les gustan las fotos y no puedes disparar libremente.
Alrededores de San Cristóbal: Zinacantán, San Juan de Chamula, Tuxtla y Cañón del Sumidero
Zinacantán. Nos sorprende y mucho. El sábado por la mañana tomamos un taxi compartido que sale de una zona cerca del mercado y nos dirigimos a este pequeño pueblo a solo 7 kilómetros. En un pequeño valle rodeado de verdes cerros, el principal atractivo de este rincón es la iglesia y sus alrededores. Cuando entramos a ella nos percatamos que hay una boda y nos quedamos a presenciarla.
La mayoría de la etnia es totzil y destaca la hermosa indumentaria particular de este pueblo. Visten unos hermosos ponchos hechos totalmente a mano con tonos azules, rosas y violetas para protegerse del fresco clima de la región.
Tras contemplar la ceremonia y escuchar la música que ofrecen en la plaza, una niña nos viene a buscar ofreciéndonos visitar su casa y las artesanías que hace su familia, ya lo había hecho a nuestra llegada y le habíamos prometido visitarla más tarde comprometiéndonos a no aceptar la invitación de nadie más. Nos muestran las diferentes piezas de ropa: ponchos, bufandas, camisas y tapices; todos preciosos y a un precio muy económico al lado del trabajo manual que exige cada una de las piezas. Compramos un tapiz donde abundan los tulipanes, por los que tienen una especial inclinación, también en sus rituales, y que representan la bonanza económica.
San Juan de Chamula. Este es uno de los lugares cuya visita no puede uno perderse si viaja por esta zona. Hay que ir el domingo que es el día más interesante por el mercado y por la visita a la iglesia. Siempre hay que ir bien temprano, así lo hacemos nosotros y llegamos cuando no hay aún ni un solo turista.
En este pueblo a pocos kilómetros de San Cristóbal los locales despliegan un mercado los domingos en la plaza. Pensábamos que íbamos a encontrar todo puestos de artesanías encarados al turista pero no es así; es un mercado para los locales donde cada uno vende lo que produce en su huerto, camarones que son muy abundantes en el pacífico, zapatos y ropa, comida elaborada o cualquier cosa que uno pueda imaginar.
Pagamos 20 pesos por la entrada a la Iglesia de San Juan y nos quedamos totalmente alucinados en el interior. Esta iglesia es totalmente diferente a cualquiera que uno haya podido ver hasta entonces. En su interior todo son sorpresas o imágenes curiosas. Un pequeño altar en el frontal y todos los santos en los dos laterales; el suelo lleno de paja donde cada cual se hace su cuadradito para desparramar sus velas de diferentes tamaños y colores según lo que le vayan a pedir a su Santo; todo el mundo reza en voz alta: muchos llevan ofrendas como gallinas y Coca-Cola, preciado líquido al que se le atribuyen muchos poderes; e incluso pudimos ver un sacrificio de una gallina. También tienen lugar varios bautizos y las familias acuden con los niños a los que visten con sus vestiditos blancos impecables en la misma iglesia. En fin... que fue algo indescriptible y que solo cobra sentido con la propia vivencia. Por supuesto, las fotos estaban totalmente prohibidas en el interior de la iglesia por creer que les roban el alma.
Todas las autoridades y policías locales se visten con ponchos de oveja blancos y negros, según cargo, y se exhiben por el pueblo en forma de desfile. También charlamos con un hombre del pueblo que nos contó que fue a trabajar a Estados Unidos y nos detalló con lujo de detalles cómo hizo el cruce de frontera... Qué maravilla poder intercambiar todo eso con un indígena que ya tenía una mentalidad diferente por haber emigrado y que deseaba volver al “país de las oportunidades” como le dicen.
El Cañón del Sumidero. Con ese afán nuestro de adentrarnos lo más posible en la cultura y conocer lo genuino y costumbres de los lugares, vamos al Cañón por nuestra cuenta; aunque todo el mundo lo hace con excursiones programadas que cuestan prácticamente lo mismo que haciéndolo por libre.
Una hora y media o dos horas hasta Tuxtla Gutiérrez, la capital del estado de Chiapas, con medio millón de habitantes. Nada tiene que ver con San Cristóbal; mucho más moderna: grandes edificios, centros comerciales... por un lado, y un centro horroroso sin pasado ni personalidad. Como no tiene demasiado interés proseguimos a Chiapa de Corzo con un minibús que queda a escasos kilómetros.
En Chiapa está el embarcadero con decenas de barcas que salen al Cañón del Sumidero. El paseo en lancha dura dos horas y sale por unos 15$. Son famosos los acantilados que alcanzan los 1000 metros de altura además de varias cascadas, alguna cueva además de apreciar algunas aves y cocodrilos (nosotros logramos ver uno).
Distrito Federal
Queremos mencionar en primer lugar que vinimos a DF gracia a nuestro amigo Antonio del Cuculí, que conocimos en Colombia y San Blas, que nos insistió en que viniéramos a conocer la capital del estado, donde él reside temporalmente. Hemos pasado una semana estupenda junto a él y queremos agradecerte tu hospitalidad, tu tiempo y tu generosidad. Gracias, de verdad.
México, Distrito Federal, DF, Ciudad de México, o como quiera llamársele, es una ciudad increíble con sus maravillas y sus contradicciones. La capital del estado es grande, inmensa; de hecho, es la segunda más grande del mundo después de Tokyo, con más de veinte millones de habitantes.
Y como una ciudad de estas características tiene sus contradicciones. Y es que según el barrio en el que te muevas, parece ser el lugar más rico de la tierra con hermosos barrios, grandes avenidas, multitud de zonas arboladas, lujosos restaurantes, exquisitas boutiques, buenos carros, grandes centros comerciales, espacios seguros y tranquilos... y de repente puedes cruzar a una nueva zona donde la seguridad ya entra en rápidos intermitentes en rojo, donde ves extensiones inmensas de paupérrimas construcciones, a la que la policía difícilmente quiera entrar... y es que esto es México: de un total de casi 110 millones de habitantes, más de una tercera parte vive en condiciones de extrema pobreza; una tradicional clase alta que vive en unas condiciones inmejorables y una clase media que está intentando resurgir.
DF también es conocido por el alto grado de contaminación que tiene y es que al encontrarse en un gran valle esta se acumula; nosotros no lo notamos especialmente porque estamos en temporada de lluvias. Contrarrestan la cantidad de regugios naturales en la mera ciudad.
Pero lo que es innegable es que esta ciudad, así como el resto del país te enamoran: su gran colorido, la gran amabilidad de sus gentes, la comida donde el picante nunca puede faltar y su gran diversidad de paisajes, grupos indígenas que dan un toque único a este estado... México hay que verlo una vez en la vida y a pesar de que siempre nos llegan las malas noticias en los medios de comunicación es un país relativamente seguro para viajar y confortable.
Para ir a DF desde San Cristóbal nos recomiendan la compañía Cristóbal Colón, con la que sale 350 pesos el trayecto; mientras que con ADO más de 900. Esta es una compañía de primera clase pero no la anuncian ni la ofrecen pero es de la misma cadena de OCC y ADO. Por una tercera parte del precio, la misma comodidad y servicios; el único inconveniente es que no llega a la terminal principal de Tapo sino que a un no muy buen barrio.
A la hora de viajar grandes distancias en México, más allá de que sea primera o segunda clase hay que asegurarse de que sea una compañía oficial, todas las que salen desde las terminales principales lo son. El problema es que en otras compañías viajan migrantes que quieren cruzar el país para llegar a Estados Unidos y los autobuses toman rutas alternativas donde no hay controles policiales. Hay muchos casos de mafias que secuestran a estos migrantes y que extorsionan a las familias pidiendo recompensas o terminan con ellos. Algo terrible...
Polanco. Nuestro amigo Antoñito nos viene a recoger al barrio de la Merced donde llegan los autobuses de Cristóbal Colón. No es muy buen barrio y enseguida nos lo advierte un señor mientras esperamos a nuestro amigo. No tenemos teléfono ni monedas para llamarlo y tenemos que hacer varios viajecitos de la cabina a buscar cambio; el ambiente no se respira muy amigable. Pero enseguida cambiamos de panorama y nos vamos a la casa que está situado en uno de los mejores barrios de México, Polanco. Es una zona residencial donde se encuentran fabulosos apartamentos y muchas embajadas. Presidente Masaryk es la calle principal repleta de las mejores boutiques internacionales, finos restaurantes... En fin, una verdadera maravilla caminar por estas calles que superan a veces la finura y el buen gusto de muchas ciudades europeas.
Recorremos algunos de los grandes y lujosos centros comerciales característicos como Centro Antara, Palacio del Hierro o la cadena americana de Wall Mart que está por todas partes.
Centro histórico. El primer día lo dedicamos a visitar el centro, considerado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
Uno de los edificios más significativos con el que topas constantemente e imposible no detenerse a apreciar es el Palacio de Bellas Artes.
La Plaza de la Constitución, más conocida como Zócalo, de las más grandes del mundo después de la de Beijing y la Plaza Roja de Moscú, se encuentra rodeada por algunos de los edificios más significativos de la capital y acumula históricas construcciones de gran valor: el Palacio Nacional, la Catedral –una verdadera maravilla, siendo la más grande de toda Latinoamérica- , el Sagrario Metropolitano...
Visitamos lo poco que queda de la importante ciudad capital del imperio azteca, Tenochtitlán. Los vestigios del pasado mexica, más conocido como azteca, son pocos ya que los conquistadores devastaron los grandes templos de esta civilización y construyeron edificios y templos virreinales.
Caminamos por la frecuentada peatonal, entramos a la Casa de los Azulejos (de 1596 de exquisita finura), subimos al Gran Hotel Ciudad de México desde donde el bar-restaurant en la última planta se contempla una magnífica vista del Zócalo.
Museo Nacional de Antropología. Este museo no es uno cualquiera y requiere capítulo aparte; aunque para poder apreciarlo como merece requeriría varias jornadas para recorrer sus 25 salas; pero bueno, en un día uno puede detenerse en las áreas que más le sugieran interés en este museo considerado de los más grandes y mejores del mundo en atropología albergando de las más notorias piezas precolombinas. Una de las obras que despiertan más interés es el calendario azteca.
San Ángel. Este coqueto barrio que fue de veraneo de la aristocracia antaño, hoy se ha convertido en una pintoresca zona residencial donde los fines de semana hay mercado alrededor de la plaza y donde se venden bonitas artesanías; el Bazar del Sábado abre este mismo día las puertas al público con estrafalarios y finos motivos artesanales. También merece un paseo por sus angostas y empedradadas calles para poder contemplar las hermosas construcciones coloniales.
Plaza Garibaldi. El domingo por la tarde, Antonio nos lleva a conocer esta mítica plaza donde se congregan los mariachis. La plaza está repleta de restaurantes donde la gente acude a tomar tequila al son de la música tradicional. El más famoso de todos es el Tenampa; donde pasamos una linda tarde escuchando estas alegres melodías y donde uno puede pedir la canción que guste por 80$ mexicanos y el grupo acude a tu mesa y cantan para uno. En la plaza y en sus alrededores decenas de mariachis se ofrecen por todas partes para cantarte algo o para ser contratados para algún evento familiar. Es curioso sus vestimentas y también llama la atención la cantidad de hombres muy mayores que hay y es que desgraciadamente la pensión mínima mexicana es insuficiente para vivir –unos 1500 pesos- poco más de 150$ y los mayores tienen que trabajar para llegar a una cifra que les permita sobrevivir.
El ambiente de esta plaza a la noche es mucho más vivo y concurrido pero se pone también cargado y un poco peligroso.
Xochimilco. Esta es una pintoresca región rumbo al sur llena de color sobre el agua. Esta zona tiene un trazado de canales por los que pasean las tradicionales trajineras, las barcas coloridas que salen de diferentes embarcaderos, propulsadas por el impulso del largo remo del conductor y todas denominadas con nombres de mujer.
No pueden faltar los músicos que acompañan al son de la marimba o los mariachis . También vendedores de comida y refrigerios que pasean con barcas más pequeñas llamadas chalupas o quines te ofrecen distintas artesanías.
Este lugar conocido como “de los campos de flores” ya que destacan sus cultivos fue declarado Patrimonio de la Humanidad.
Bus turístico, vista general. En nuestro penúltimo día en DF decidimos tomar el Turibus para poder ver algunas áreas que todavía no hemos visitado y podernos hacer una idea global del centro de la ciudad. Y es que es una ciudad tannn grande que se necesitan semanas, meses... para conocerla en su totalidad. Pagamos 125 pesos para que nos pongan la pulserita y poder hacer los dos recorridos que hace el bus de dos plantas: el centro y el circuito sur.
Recorremos arriba y abajo el famoso Paseo de la Reforma, por la que tantas veces ya hemos pasado con el coche. Es una de las principales avenidas e la ciudad y una de las más bellas. Se encuentran en sus glorietas algunas de las esculturas más famosas: el monumento a Cristóbal Colón, Monumento a la Independencia, la Fuente de la Diana Cazadora...
El bus recorre las calles de algunos de los barrios más chics de la ciudad; la Condesa, una colonia de principios del siglo XX de la clase alta mexicana; la Zona Rosa, donde se concentran galerías de arte, restaurantes y cafés, así como bares y discotecas.
México desde arriba. La Torre Latinoamericana es a México como la Torre Eiffel a París; así que uno no puede irse de la Ciudad de México sin tener una panorámica general desde lo alto donde es fácil poder ubicar los edificios más elevados y notables como la Torre mayor, de 225 m. de altura, el más alto de México y Latinoamérica.
Pagamos 60 pesos por subir hasta el 44 piso de este edificio construido en 1956 de 182 metros que puede presumir de haber resultado ileso tras los dos importantes temblores que sufrió la ciudad.
Coyoacán. Casi nos íbamos a ir sin conocer este hermoso barrio de DF. Pero Paulina y Claudia, las chicas chilenas que conocimos en Tulum, nos invitan a su casa y nos preparan una rica comida. Este día tomamos transporte público ya que hasta ahora Antonio nos ha llevado a todas partes en coche. Cogemos el metro para ir a comprar los tickets de autobús para mañana, un metro abarrotado de gente donde todos te empujan para poder entrar y a veces va tan lleno que tienes que dejar pasar alguno hasta encontrar un huequito para subir. Muchas líneas tienen vagones diferenciados para hombres y mujeres para evitar que algunos hombres se excedan con sus manos aprovechando la muchedumbre. Para ir a casa de las chicas en Coyoacán, tomamos el metrobus.
Tras la comida, Paulina tiene que irse a la universidad ya que las chicas se encuentran haciendo una maestría y Claudia nos acompaña a mostrarnos el bello barrio de Coyoacán. Al pasear por su calles no parece que uno este en esta ciudad enorme sino que en un pequeño pueblo apartado y tranquilo. Aquí está la primera casa de Hernán Cortés, el famoso museo de Frida Calho, donde esta famosa pintora esposa de Diego Rivera vivió toda su vida, o la casa de Trotsky.
No dejamos de visitar la UNAM, la famosa Universidad de México, que tiene unos 350.000 alumnos y en su biblioteca los famosos y gigantescos murales de gran colorido realizados durante la Revolución.
Rodeando Distrito Federal se encuentra el estado de México.
Valle de Bravo. Más de 150 kilómetros hay que recorrer desde DF para llegar a este hermoso enclave en la naturaleza. La ciudad se extiende a partir de un lago artificial que se encuentra en un valle hacia los montes desde los cuales se posee una vista increíble del lago.
Para subir a la cima del mirador Monte Alto lo hacemos con unos quads que se alquilan en varios lugares en el pueblo. Antonio, ya es todo un profesional, pero Jose es la primera vez que se monta en uno y le toma un ratito tomarle la mano para subir en los caminitos abruptos y empinados, así que yo me decanto para ir con el experimentado.
Arriba, las vistas son extraordinarias y algunos aprovechan para volar en parapente. Nos invitan a hacerlo y por un momento me llego a sentir tentada ya que lo hice una vez en Argentina y me encantó la sensación, la verdad es que es increíble.
Teotihuacan. A unos 50 Km. de la ciudad capitalina, ubicada en un inmenso valle, fue para la mitología náhuatl donde se crearon el sol y la luna. De ahí la construcción de las inmensas pirámides del Sol y la Luna donde llegar a su cima requiere un buen ejercicio pero las vistas desde lo alto merecen la pena.
Junto con los demás palacios se edifican alrededor de la Calzada de los Muertos de cuatro kilómetros de longitud.
Las grandes pirámides son una muestra del gran esplendor del que gozó esta importante civilización precolombina. Los mexicas se establecieron hacia el año 600 a. C. Y cinco siglos después vivieron su esplendor y construyeron las más pronunciadas edificaciones. Teotihuacan llegó a ocupar un área de 18 kilómetros cuadrados con una población de 200 mil habitantes.
La pequeña decepción de este sitio arqueológico es que en nuestra opinión ha sido demasiado reconstruida y no sentimos la magia de la ruta maya.
A la llegada podemos ver el espectáculo de los Voladores de Papantla; esta es una ceremonia que se realiza a partir de un tronco de árbol donde los danzantes, vestidos con ropa tradicional y de los que cuelgan lazos de colores simulando el arco iris, se lanzan y dan vueltas alrededor del tronco amarrados con cuerdas y disminuyendo poco a poco la distancia con el suelo a la vez que tocan una especie de flautas y tamborcitos.
Oaxaca es la capital del estado del mismo nombre. Seis horas la distan de Distrito Federal. Viajamos con la compañía de primera clase ADO que sale de la estación principal de autobuses Tapo; no hay una diferencia sustancial con segunda clase así que esta vez no vale la pena. Pagamos 450 pesos mexicanos por el trayecto de siete horas (40 USD$).
Tras el periplo de buscar alojamiento, terminamos en el Hotel Esperanza; no aparece en las guías y no hay extranjeros, solo mexicanos; es el que nos ofrece más por menos, pagamos 25$ por la habitación con dos camas dobles, televisión, wifi. El hotel no es muy lujoso pero la habitación está más que bien y en el centro de la ciudad.
No esperábamos mucho de Oaxaca pero nos sorprende muy mucho y terminamos pasando tres días en esta hermosa ciudad que se encuentra en la confluencia de tres valles centrales.
El casco histórico es precioso, de hecho ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO; el colorido está omnipresente, el pasado colonial en todas las esquinas y la gran amabilidad de la gente hacen único este lugar.
El Zócalo es el punto más concurrido de la ciudad, la gran plaza rodeada de bares y restaurantes, siempre los vendedores ambulantes ofreciendo sus productos, la Catedral...
De la plaza principal parte la calle peatonal Macedonio Alcalá, que es una de las calles más bonitas de Oaxaca y que conecta con la mayoría de atractivos más importantes.
La ciudad destaca por su rico patrimonio artístico y es uno de lo lugares con más volumen de templos religiosos de todo México. Sobresale la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán, una auténtica maravilla barroca que contrasta con la austeridad de su fachada.
Pero uno no puede haber caminado por estas calles sin entrar a los mercados. El Benito Suárez es donde se pueden comprar los productos típicos como el mole, el chile, chocolates (elaborados con la mezcla del cacao, azúcar, canela, mantequilla y avellanas) quesos y chapulines (insecto parecido al saltamontes que se fríe y adereza con limón y sal); así como también todo tipo de artesanías. No faltan por todas partes los locales de venta de mezcal, elaborado a partir del maguey; esta bebida se toma en todo México pero en Oaxaca toma una especial antención.
Pero el que más nos impresionó fue el Mercado 20 de Noviembre, que se especializa en la venda de panes, comida típica y los asadores. Cuando pasamos enseguida decidimos que alí íbamos a hacer la comida del día . Muchos puestecitos uno al lado del otro donde venden carne; tú eliges lo que quieres y allí mismo te la asan (por 120$ el Kilo = 10USD$), en otros puestecitos compras las verduras y te las cocinan en el mismo lugar de la carne; llamas a la señora que vede las tortillas y ya tienes armado tu menú... Algo completamente diferente. Cuando nos traen la cestita con los asados le pido los cubiertos pero, error, no hay; pues habrá que comerlo con la mano.... La familia indígena que se ha sentado junto a nosotros se ríe, y así empezamos a hablar con ellos; esta familia zapoteca es muy simpática y se interesan por nosotros igual que nosotros por ellos; nos preguntamos mutuamente cosas durante todo el almuerzo y pasamos un rato maravilloso e inolvidable.
El estado de Oaxaca se caracteriza por su alto porcentaje de población indígena. Entre más de veinte comunidades destacan los pueblos zapotecas y mixtecas. Cuesta creer cómo se ha podido hacer daño a estas comunidades cuando son lo más bueno y amoroso que existe.
También hay varios mercados de artesanías fijos y callejeros: los coloridos textiles, la cestería, barro negro, la loza vidriada, la madera... La pena es que en nuestras mochilas no hay lugar, así que apenas podemos llevarnos estos recuerdos.
El estado puede presumir de un rico pasado precolombino con muchos yacimientos arqueológicos; el más destacado es el Monte Albán, a apenas 10 kilómetros de la ciudad capital. Para ir, tomamos un minibús en la Calle Mina, por 40 pesos ida y vuelta.
Tras toda la ruta maya y azteca recorrida, esta zona no nos impresiona; pero en la historia ha tenido un lugar relevante. Fue la capital de la civilización zapoteca y su existencia duró desde el año 500 a.C hasta el 750 d. C. Conocemos a unos simpáticos españoles y una chica argentina con los que compartimos parte de la mañana.